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Llegué aquí una fría madrugada de diciembre. Los primeros libros que llegaron a mis manos me mostraron la magia de la imaginación y la belleza de las palabras. Más tarde, despertaron en mí la necesidad de plasmar éstas en nuevos relatos. La música me enseñó otra forma de ver la vida y, aunque no sé cantar, disfruto mis ratos libres escuchándola. Estas tres pasiones y disfrutar con la gente que me quiere son los pequeños placeres de mi vida. Me gusta fijarme en los pequeños detalles, ya que son los que le dan un toque personal a las cosas, e intento introducirlos en todo lo que hago, incluidos los relatos. Me gusta andar aunque no sepa a dónde voy o vaya sin rumbo fijo, creo que perderse es una buena forma de conocer otros lugares. Disfruto nadando, aunque no tenga el suficiente tiempo para ello, ni la playa muy cerca. Me considero una persona sencilla, no necesito gran cosa para ser feliz. Me gusta hacer las cosas de manera original, pero no destacar. Y estoy aquí porque necesito sacar las pequeñas ideas que pasan por mi cabeza.

miércoles, 19 de agosto de 2015

Soy un caos por dentro y una balsa por fuera

Me encanta el mar pero me asustan las piscinas.
Entro en las cuevas a oscuras y duermo con una luz encendida.
Me encantan los caballos y me dan miedo los ratones.
Me gustan las tormentas y me asusta la lluvia.
Me dan miedo las alturas y he subido al Everest.
No me gusta pasear y me he hecho el camino de Santiago.
Me da miedo lo desconocido y me he hecho amante del que nunca dice su nombre.
No me gusta el sol y me he quemado hasta la piel teniendo sombrilla.
No me gusta la lluvia y he salido sin paraguas calándome hasta los huesos.
No me gusta navegar y he ido en barco hasta las islas más lejanas.
No me gusta reír y he soltado las más grandes carcajadas.
No me gusta la compañía y he ido a macrofestivales.
Me da miedo volar y me he tirado en paracaídas.
No me gusta correr y he hecho los cien metros lisos en menos de cinco minutos.
No me gustan los niños y soy niñera de cuatro a jornada completa.
No me gustan las fotos y me hago un reportaje cada dos meses.
No me gustan los perros y tengo una pareja y tres cachorros.
No me gusta escribir y he publicado tres novelas.
No me gustan los lugares nuevos y he visitado los cinco continentes.
No me gusta cocinar y dicen que soy una gran chef.
No me gusta la verdura y como bajocas cuatro veces por semana.
Me gustan las bicicletas y voy en moto.
No me gustan las grandes ciudades y voy de Madrid a Barcelona.
No me gustan los trayectos largos y he ido de Galicia a Cádiz en tren.
No me gusta la pasta y ceno en el italiano todos los sábados.
No me gusta leer y me he leído dos trilogías en cuatro meses.
No me gusta jugar a las cartas y echo una partida de naipes al día.
No me gusta poner la mesa y soy camarera los fines de semana.
No me gusta el pan y meriendo sándwiches todos los días.
No me gusta el alcohol y bebo Sandavid todos los sábados.
No soy familiar y hablo por teléfono con mi madre y  mi hermana cuatro veces al día.
Soy un caos por dentro y una balsa por fuera, por eso no te fíes si te digo que no te quiero.

lunes, 17 de agosto de 2015

Secuestro exprés

Mireia era una mujer de treinta y seis años. Se casó y tuvo a Sara a los veintitrés años, pero se divorcio siete años más tarde. Un año después conoció a Jóse y, después de cinco años de relación, tuvieron una hija: Laura.
- Vamos a recoger a Sara.- Le dijo Jóse a Laura dejándola en el carricoche.
Jóse llevo a Laura al coche, la montó en su sillita y condujo hasta el instituto de Sara. Aparcó el coche y esperó a que Sara saliera y se subiera en él. Sara salió y se subió al coche en el asiento de atrás. Justo en ese momento un hombre se subió al coche en el asiento del copiloto.
-¿Qué hace?- Le preguntó Jóse extrañado.
El hombre le puso una pistola en el muslo.
- No se le ocurra hacer ningún movimiento extraño. - Le advirtió.
- No les haga daño, por favor.
- Arranque el coche.
Jóse le hizo caso y siguió sus indicaciones hasta un camino de tierra.
- Aparque aquí. - Le indicó el hombre señalándole un camino estrecho.
El hombre le quitó las llaves del coche y bajó. Jóse le dio su móvil a Sara.
- Espera a que me aleje con él, - le indico refiriéndose al hombre - y llama a mamá.
El hombre abrió la puerta del coche.
- Deme las llaves y baje del coche.- Le ordenó apuntándole con la pistola.
Jóse le hizo caso. El hombre cerró el coche con llave y lo llevo hasta el almacén del final del camino.
- ¿Qué nos va a hacer? - Le preguntó Jóse.
- Nada, solo necesito el coche.-Le dijo.
Lo ató en una silla y empezó a sacar cajas. Laura empezó a llorar y Sara la calmó.
-Tranquila, no pasa nada.
Sara llamó por teléfono a su madre.
- Dime.
- Mamá nos han secuestrado.
-¿Qué? Pásame con tu padre.
- Un hombre ha entrado en el coche y le ha apuntado con una pistola, estamos cerca de Torrevieja en el segundo camino de tierra a la derecha.
- Pero, ¿estáis bien?
- Nosotras sí, el papá no lo sé.
- No os mováis.
Mireia cogió un taxi y llegó hasta el principio del camino.
- Aparque aquí. -Le indicó- ¿Puede esperarme?
- Sí, claro.
Mireia se acercó al coche y traqueó la ventanilla.
- Papá se ha llevado las llaves.- Le dijo Sara por teléfono.
Mireia miró el almacén.
- Sara cuida de tu hermana, os quiero.- Le dijo Mireia.
- Mamá. -La llamó ella.- Mamá no.
- Es mi novio, tengo que hacerlo.-Le explicó.
Mireia se coló en el almacén y vio a Jóse sentado en una silla con las manos atadas detrás, unas cuerdas sujetándole los muslos a la silla y otra a la altura del pecho. Mireia se ocultó detrás de unas cajas y llegó hasta la espalda de Jóse. Le tocó las manos y empezó a besarlas en silencio.
- ¿Y las llaves?- Le preguntó en voz baja agachada detrás de él.
- En el bolsillo derecho del pantalón.
- Voy a llevarlas al taxi,- le explicó cogiendo las llaves - volveré a por ti, te lo juro.
- Te quiero. -Le dijo él en voz baja.
Mireia le besó las manos y salió del almacén ocultándose detrás de las cajas. Volvió al coche, sacó a Sara y a Laura y las llevó al taxi.
- Vamos chicas.
- ¿Y el papá?- Le preguntó Sara.
- Volveré a por él, tranquila.-Le dijo tomando a Laura.-Vamos al taxi.

Las sacó y las metió en el taxi.
- Cuida de Laura.-Le pidió Mireia a Sara mientras le daba un beso en la frente.
- Señora, ¿qué está pasando? -Preguntó el taxista.
- Han secuestrado a mi chico y a mis hijas.-Le explicó Mireia. - Mi chico está dentro, espéreme.- Le pidió. -Si tardo más de dos horas llévelas a esta dirección. -Le dijo dándole la dirección de su suegra.
- Mamá, ¿dónde vas?- Le preguntó Sara.
- A por el papá.
- Mamá.
- Tiene una pistola, no voy a dejar que le haga daño. - Le explicó Mireia.
- Cuida a Laura, ¿vale?.- Le pidió. - Os quiero.
Mireia se acercó al almacén y entró. Volvió a colarse detrás de las cajas y le cogió las manos a Jóse, agachada.
- ¿Qué haces aquí?
- No te voy a dejar solo.
El hombre se acercó a Jóse, y Mireia se ocultó.
- Vamos.-Le dijo desatándolo y apuntándolo con una pistola. - Coja la caja.
- ¿Qué lleva?- Le preguntó mientras le hacía caso.
- Cójala y no haga preguntas.
Jóse le hizo caso y llevó varias cajas al coche.
- ¿Por qué lo hace?
- Necesito un vehículo para llevar la droga.
- ¿"Llevar la droga"?- Le preguntó alarmado.
- ¿Qué cree que hay en las cajas?- Le preguntó riéndose un poco.-Vamos.
Mireia salió del almacén. El hombre se acercó a los bolsillos de Jóse para buscar las llaves.
- ¿Y las llaves?
- Se me habrán caído dentro.-Le respondió refiriéndose al almacén.
El hombre fue al almacén y, al entrar, Jóse dejó la caja y Mireia se acercó a él.
- Jóse. - Le dijo abrazándolo y besándolo. - ¿Estás bien?
- Sí, y ¿las chicas?
- En el taxi, vamos.
Ambos fueron al taxi y abrieron las puertas.
- ¿Qué le debo? -Le preguntó Mireia al taxista.
- Veinte.
Mireia le pagó y sacó a Laura del taxi mientras Jóse le abría la puerta a Sara. Se montaron los cuatro en el coche y se fueron a casa.