Sin nada, sin nadie. Vacío. Se había esfumado. Abrió los ojos, miró a su alrededor y vio cómo el jarrón de la entrada estaba acostado sobre el mueble, el agua caía en cascada desde él, y las flores que antes lucían hermosas en su interior ahora estaban marchitas en el suelo. No se había caído sólo. Le había dado pequeños toquecitos cada vez que pasaba por allí. Pequeños toquecitos que apenas se apreciaban, o al menos no a simple vista, pero que si te fijabas, si te parabas a mirarlo detenidamente, se veían.
Tampoco se oía nada. La casa estaba vacía, ya no se oían gritos, ni risas, ni llantos, ni "buenos días". No había música de fondo ni voces cantando. Era como las casas de verano en invierno. Cuando llega el verano, te vas a la playa y pasas unos meses allí rodeado de gente, risas, fiestas,... Sales todos los días con tus amigos, comes con toda tu familia allí al medio día y ves a todas esas personas a las que sólo ves en verano. Y de repente vas en invierno, y ves que ya nada es como antes. Los muebles llevan una sábana blanca encima que los aísla del polvo, los cajones y armarios están vacíos, y ya no suena ninguna música.
Recorrió la casa en silencio. Mirando habitación por habitación, esquina por esquina. Parecía que estaba buscando algo, pero no era así. Solo observaba cada habitación, los detalles casi imperceptibles como: el desconchado del gotelé de la columna de su cuarto, el agujero que dejó el panel de corcho en la pared, el sitio donde estaba el mueble que guardaba sus objetos personales más preciados e importantes, las rayitas en la pared que marcaban su altura y edad, el rincón donde pasaba sus tardes,... Pasó al comedor donde habían tenido lugar tantas cenas, comidas, reuniones familiares, cumpleaños,... Había tantos recuerdos felices entre esas cuatro paredes, tantos como el número de recuerdos tristes. La habitación que había visto sus mejores momentos, sus buenas acciones, sus carcajadas más sinceras, sus anécdotas más divertidas...El aseo en el que se había maquillado tantas veces antes de salir de fiesta, en el que había tenido tantas confesiones con sus amigas más íntimas, o sus charlas triviales con sus hermanas mientras se duchaban al subir de la playa. La cocina donde aprendió a hacer sus primeros platos, la encimera donde hacía los bocadillos que merendaba en la playa,...Cada habitación y cada esquina tenía una historia, o parte de ella, digna de contar.
Había visto también sus hazañas más oscuras, sus mayores errores, y su cobardía en todo su esplendor. Era triste, era muy triste ver cómo el lugar que en un principio solo guardaba cosas buenas, se había convertido en un sótano con sus más graves pecados. "Si estas paredes hablaran" pensó. Ése había sido su sitio, el sitio donde había pasado por tantas cosas... Pero ya no lo era. Ahora se presentaba como un sitio extraño en el que ella ya no tenía cabida. Era una extraña. Una extraña en un lugar que le había parecido tan suyo, casi como si de un hogar se tratase. Se había acabado todo. Había acabado hacía ya mucho tiempo, pero no había querido reconocerlo. Esa casa cerró sus puertas hacía ya mucho, y ella no había hecho más que pasar por delante esperando que se volvieran a abrir milagrosamente.
No quedaba nada. Todo aquello que un día hizo, que un día tuvo sentido, ahora ya no lo tenía. En realidad hacía tiempo que había dejado de importar, si algún día lo hizo, pero fue en ese preciso instante cuando todo lo que ya sabía y pensaba se hizo tangible. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que esa casa pertenecía a otro tiempo, y ya no podía volver por allí. Así que echó la llave y la dejó en algún lugar descuidada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario