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Llegué aquí una fría madrugada de diciembre. Los primeros libros que llegaron a mis manos me mostraron la magia de la imaginación y la belleza de las palabras. Más tarde, despertaron en mí la necesidad de plasmar éstas en nuevos relatos. La música me enseñó otra forma de ver la vida y, aunque no sé cantar, disfruto mis ratos libres escuchándola. Estas tres pasiones y disfrutar con la gente que me quiere son los pequeños placeres de mi vida. Me gusta fijarme en los pequeños detalles, ya que son los que le dan un toque personal a las cosas, e intento introducirlos en todo lo que hago, incluidos los relatos. Me gusta andar aunque no sepa a dónde voy o vaya sin rumbo fijo, creo que perderse es una buena forma de conocer otros lugares. Disfruto nadando, aunque no tenga el suficiente tiempo para ello, ni la playa muy cerca. Me considero una persona sencilla, no necesito gran cosa para ser feliz. Me gusta hacer las cosas de manera original, pero no destacar. Y estoy aquí porque necesito sacar las pequeñas ideas que pasan por mi cabeza.

viernes, 13 de septiembre de 2013

Un trágico accidente

-¿Falta mucho?- P.
-No, enseguida llegamos.- Me contestó mi madre, Paloma.
-Jo, esta muy lejos.- Protesté. - Me aburro.
-Anda Sara ponte los cascos, -me sugirió Aitor, el novio de mi madre-así se te hará más ligero el viaje.
Yo me puse los cascos y subí el volumen de la música. Me encontraba absorbida por ella, cuando un camión que venía en dirección contraria descarriló y se metió en nuestro carril. Aitor intentó esquivarlo, pero no pudo.
Tuvimos un accidente. Chocamos contra el coche que venía de frente. El conductor de este vehículo se bajó enseguida y sacó al novio de mi madre, Aitor, y a mi madre del coche. Los apartó de la carretera y colocó los triángulos de emergencia. Yo me quedé en el coche. Paralizada, debido al impacto que había causado en mi el accidente. Él llamó a una ambulancia, que enseguida llegó. Entonces se dio cuenta de yo estaba aún dentro del coche, y con ayuda de un sanitario que iba en la  ambulancia, consiguió sacarme. Nos trasladaron al hospital. Yo no podía hablar, no tenía ni ganas ni fuerzas para ello.
A Aitor y a mi madre los llevaron al quirófano, estaban muy mal. A mi me hicieron unas pruebas y me subieron a planta. El médico inspeccionó el móvil de mi madre buscando algún contacto al que avisar de lo sucedido, llamó a mi tía  Sofía, la hermana de mi madre. Mi tía llegó enseguida acompañada de mis abuelos, y nada mas pisar el hospital subieron a mi habitación a verme. Al verla le pedí que me diera un abrazo, un abrazo que, por supuesto, no me negó. Yo tenía nueve años, y mi tía dieciocho. Era dieciséis años menor que Paloma, mi madre. Para mi, su edad era una ventaja, porque me entendía mejor que ella.
Mi padre llegó unos minutos después, mi abuela le había llamado. Saludó a todos y se acercó a mí. Me dio un beso y un abrazo mientras me preguntaba cómo estaba. Cogió una silla y no se apartó de mi lado. A las ocho llegó una enfermera diciendo que el turno de visitas había acabado y que debían marcharse. Al salir, una vez en el pasillo, mi padre le preguntó a la enfermera si podía pasar la noche conmigo.
-Sí,-contestó ella-pero sólo puede quedarse una persona, le traeremos una camilla.
Al rededor de las nueve de la noche subió otra enfermera a traerme la cena, mi padre aprovechó para coger algo para comer del comedor del hospital, y enseguida subió ha hacerme compañía. Mis abuelos y mis tíos se fueron y nos quedamos los dos solos. Cenamos y hablamos. Mi padre me contó un cuento para que me quedase dormida y me dio un beso en la frente.
Cuando desperté, las bandejas de la noche anterior habían sido sustituidas por otras dos bandejas que contenían un vaso de leche, un café, un zumo de naranja y dos tostadas. Me incorporé y pude oír cómo caía el agua de la ducha. Diez minutos después, mi padre salía del aseo.
-Buenos días cariño- me dijo dándome un beso.
-Buenos días-le contesté. Y mirando las bandejas le pregunté-¿qué es esto?
-He bajado al comedor y he subido dos bandejas para que desayunemos juntos-me explicó-¿te apetece?
Volví la vista a las bandejas y empecé a beberme la leche y a devorar las tostadas .Mi padre interpretó bien mi gesto y también hizo lo propio con su café y sus tostadas. Y siguiendo con estos gestos, devoramos el resto de desayuno que había en la bandeja.
-¿A qué hora has llegado esta mañana?-Le pregunté.
-He dormido aquí-me contestó.
-¿Pero tú no tenías que ir a trabajar esta mañana?-Pregunté extrañada.
-Sí, pero he llamado al trabajo y les he dicho que faltaría unos días-me contestó-.Me voy a quedar contigo hasta que te recuperes.
Y así fue, la semana que estuve en el hospital mi padre se quedó conmigo. Yo preguntaba todos los días por mi madre, y mis abuelos, que venían todas las mañanas, me decían que ella y Aitor seguían en observación, en un estado muy débil. Ambos fallecieron dos semanas después. Yo me quedé otras dos semanas, estuve en el hospital un mes en total. Un mes en el que mi padre también vivió allí, ya que, después de trasladar allí sus cosas y su ropa desde su casa, no consintió dejarme sola. Pasaba conmigo todo el día, excepto cuando iba a trabajar, pero siempre iba y venía directo del hospital al trabajo y viceversa.
El día que me dieron el alta, mientras estaba esperando a mi padre, pude oírle hablando con mis abuelos maternos en el pasillo.
-Miren, se que la custodia de Sara la tenía Paloma, pero ahora que ha fallecido, me gustaría ser yo el que me encargue de ella.
-Llevas razón.-dijo mi abuela-Se quedará contigo, es lo propio.
Mis abuelos y mi padre entraron en mi habitación, me saludaron y me fueron dando abrazos y besos, además de felicitaciones porque ya me iba. Mi abuela me ayudo a asearme y a vestirme, mientras mi padre recogía todas mis cosas; y una hora más tarde ya estábamos saliendo del hospital.
Nos subimos todos al coche de mi padre, que se ofreció para llevar a mis abuelos a su casa, una vez allí me despedí de ellos. Mi abuela le dio las llaves de mi casa y fuimos a recoger todos mis objetos personales.
Al entrar me fui corriendo a mi cuarto, y mi padre me ayudó a hacer las maletas con toda mi ropa, a recoger mis juguetes, mi bolsa de aseo y algunas otras cosas. Cuando todo estaba preparado en la entrada, volví a mi cuarto para ver si me había dejado algo y vi la foto de mi madre. La cogí y la abrace durante unos minutos. Mi padre vino y me vio abrazada a ella, llorando. Me dio un abrazo por detrás.
-Llévatela. La pondremos en tu habitación, si quieres.-me dijo mientras me apartaba un mechón de pelo que me tapaba un ojo-No tenemos prisa. Puedes darte una vuelta por la casa y coger todo lo que quieras.
-¿Aunque sea de mi madre?-Le pregunté. No sabía si tener cosas de mi madre en su casa le molestaría.
-Sí. Lo que quieras.-Me dijo, y a continuación me explicó-Tu madre y yo estábamos separados, pero ella siempre será tu madre, y tienes derecho a recordarla y a sentir que esta contigo. Si te quieres llevar algo para recordarla o que quieras tener cerca, aunque sea de ella, llévatelo.
Cogí un par de fotos suyas y nuestras, su disco favorito y su perfume. Y me quedé mirando el perfume de Aitor, que estaba al lado del de ella. Mi padre me miró y vio que mi mirada descansaba en el perfume.
-¿Quieres llevártelo?-Me preguntó.
-No -le dije mintiendo. Quería llevármelo, Aitor no era mi padre, pero sí una persona importante para mí. Y mi padre lo supo, supo descifrar mi mirada y darse cuenta de lo que pensaba.
Lo cogió, lo miró, y volviendo la vista en mí me dijo:
-Toma. Llévatelo.- Me lo estaba ofreciendo.-Sé que Aitor ha sido una parte importante en tu vida, y no quiero que le olvides. Hemos venido para que cojas todas tus cosas y todas las que te quieras llevar. Si hay algo que te recuerde a ellos y que quieras tener contigo cógelo, eso es decisión tuya. No pienses en que vivirás conmigo, piensa que estás de mudanza y coge lo que quieras, sea lo que sea, sea de quién sea.-Y me ofreció una caja de cartón vacía para que echará todas las cosas que quisiera llevarme.
Ahí metí todas las fotos de Aitor y de mi madre que habían a la vista, los perfumes de ambos, sus discos, el portátil de mi madre, y todos nuestros álbumes.
Cuando llegamos a casa de mi padre, bajamos todas las maletas y cajas, sacamos todo lo que había en ellas y lo colocamos. Mi padre cogió la foto de Aitor y de mi madre y la puso en la mesita que había al lado de mi cama.
-Así podrás verlos todos los días al levantarte - me dijo.
Le abracé y el se sentó en mi cama, mientras me sentaba en su rodilla. Me rodeó la espalda con su brazo apoyándolo en mi barriga, y con el otro brazo, cogió la foto y me la dio. Yo apoye mi cabeza en su pecho y él me besó en la frente y en el pelo. Dejé la foto encima de la cama y le abracé fuerte, mientras el me besaba de nuevo y me decía: "Te quiero".

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