-¿Y si volvemos a encontrarnos? ¿Y si nos vemos en otro rostro, en otras manos, en otro tiempo? ¿Cómo me reconocerás? ¿Cómo podré advertirte entre la gente, entre la multitud? - Me preguntó al darse cuenta de que había acabado el verano. - Si tu vas en línea recta y mi camino de vuelta lleva curvas, ¿cómo nos aseguraremos de llegar al mismo sitio?
- No puedo cambiar mi itinerario - le respondí intentando que me comprendiera. - Yo debo seguir el camino ya trazado, me esperan en cada stop, y no puedo llegar tarde a mis citas.
- Entonces ¿no volveremos a encontrarnos? ¿No habrá más noches en la playa, ni más caminatas matutinas?
- No. Ya no. Tal vez en un futuro, en otro tiempo,... Nos veamos en otros ojos, nos rocemos con otras manos y sigamos sintiendo lo mismo. - Le respondí. - Esto no tiene porqué ser un "adiós", puede ser un "hasta luego".
- ¿Un "hasta luego"? - Me preguntó. Creo que no me entendía en ese momento. - Dices que te vas, que te esperan en cada esquina y cada puerto. Tal vez no volvamos a encontrarnos, y si lo hacemos, posiblemente no nos reconoceremos.
- Sí lo haremos.- Le respondí serena.- Prometo guardar tu mirada en mi retina, tu sonrisa, en mi corazón, y tus besos, en mi piel. Prometo guardar tu recuerdo, tu olor. He memorizado cada milímetro de tu cuerpo, - le confesé - de manera que cuando volvamos a vernos, me será fácil reconocerte.
- ¿Y me harás saber que estás aquí? - Me preguntó. - Si algún día vuelves, con otro rostro, con otras manos, y no consigo reconocerte ¿me dirás que eres tú? ¿Me avisarás cuando estés a mi lado?
- Por supuesto. - Le respondí. - Si algún día volvemos a cruzarnos te mantendré la mirada hasta hacer que me mires fijamente. Si no lo consigo, intentaré rozar tus dedos con los míos. Prometo observar tus labios, pero no besarlos.
- ¿Por qué no? - Me preguntó casi riendo.
- Porque para ti seré una extraña.- Le respondí. - Esperaré a que me recuerdes, y cuando vea que empiezas a hacer memoria, te obsequiaré con el ansiado beso, pero solo cuando empieces a recordar.
- ¿Y si tú tampoco te acuerdas de mí? ¿Qué pasará si volvemos a vernos y no sabemos quiénes somos?
- Entonces tu volverás a llamarme la atención, como lo hiciste el día que se me cayó aquel libro y tu me lo devolviste. - Le respondí. - El destino te pondrá en mi camino, y yo me fijaré en ti. - Él quedó pensativo.
- ¿Y si ya has encontrado a otra persona? - Me preguntó. Me quería, y yo lo sabía, pero estaba lleno de dudas.
- Sé que no me conformaré con otro que no seas tú. - Le respondí. - Pero también sé que antes de conocerte tenía un camino trazado. Unos planes y responsabilidades que ahora, al acabar el verano, me esperan y debo retomar. No puedo permanecer aquí por más tiempo, pero tampoco quiero dejarte.
- Nuestros caminos se separan. - Me dijo. - Yo también debo irme, pero en dirección contraria. ¿Qué haremos cuando llegue el frío invierno y estemos tan lejos que no podamos darnos calor?
- Cuando el hielo toque nuestros pies, lo combatiremos con recuerdos y tazas de chocolate caliente. - Le respondí.- La llamadas telefónicas sustituirán a los whatsapps, y los vídeos y fotos, a las imágenes mentales.
- No será lo mismo.- Me dijo medio convencido.
-Deberemos aguardar.- Le insistí.- Sabes que no podemos permanecer juntos, pero nos acostumbraremos a esta nueva situación. - Le dije cogiendo sus manos entre las mías, lo que le obligó a mirarme a los ojos. Vi mi mirada reflejada en sus ojos, y también vi en ellos el amor que me profesaba. Lo estaba pasando mal. No quería separarse de mí, ni yo de él, pero el verano se acababa. Él debía volver a su universidad y su trabajo en la cafetería, y yo debía volver al banco a atender a mis clientes en ventanilla.
Me acerque a él, apoyé mis labios en los suyos y los presioné, besándolo. Besándolo como nunca lo había hecho. Sentí su calor en mis labios. Me acarició la nuca con sus manos y deslizó sus dedos por mi espalda. Le quité la camiseta y le acaricié la espalda. No quería que se fuera, y acabó sentado en mi cama, conmigo a horcajadas sobre él. No sé cómo sucedió pero en cuestión de minutos acabamos en ropa interior.
Recordé cómo había empezado todo y me centré en su piel, quería memorizarla. Recorrer sus lunares, unirlos con una carretera de besos. Explorar sus pliegues con mis dedos, y que él hiciera lo mismo con mi cuerpo. Quería que recorriese mis curvas y explorase todos y cada uno de mis orificios. Quería que me conociera por dentro y por fuera, que tuviese también un recuerdo exacto de mí. Y eso hicimos, recorrer y explorar nuestros cuerpos una vez más, hasta que quedaron plasmados en nuestras memorias, por si volvíamos a reconocernos más tarde, en otro rostro, en otras manos, en otro tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario