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Llegué aquí una fría madrugada de diciembre. Los primeros libros que llegaron a mis manos me mostraron la magia de la imaginación y la belleza de las palabras. Más tarde, despertaron en mí la necesidad de plasmar éstas en nuevos relatos. La música me enseñó otra forma de ver la vida y, aunque no sé cantar, disfruto mis ratos libres escuchándola. Estas tres pasiones y disfrutar con la gente que me quiere son los pequeños placeres de mi vida. Me gusta fijarme en los pequeños detalles, ya que son los que le dan un toque personal a las cosas, e intento introducirlos en todo lo que hago, incluidos los relatos. Me gusta andar aunque no sepa a dónde voy o vaya sin rumbo fijo, creo que perderse es una buena forma de conocer otros lugares. Disfruto nadando, aunque no tenga el suficiente tiempo para ello, ni la playa muy cerca. Me considero una persona sencilla, no necesito gran cosa para ser feliz. Me gusta hacer las cosas de manera original, pero no destacar. Y estoy aquí porque necesito sacar las pequeñas ideas que pasan por mi cabeza.

domingo, 27 de marzo de 2022

La carta de Grazalema

 ¡Hola, pequeños y pequeñas ciudadan@s y turistas!

Sé que he estado mucho tiempo sin pasarme por aquí, pero hoy vengo a explicaros el motivo de mi ausencia. Como bien sabéis, hace ya dos años llegó el coronavirus a España, y, en un primer momento, nos dejó un confinamiento domiciliario que duró más de lo esperado.

A muchos de nosotros nos cambió los planes, y provocó un "paréntesis" en nuestras vidas. En ese momento yo estaba estudiando y tenía un proyecto literario en mente. Durante el confinamiento me suspendieron las prácticas, así que utilice ese "paréntesis" para crear el proyecto que tenía en mente.

Después de un año y medio, a finales de diciembre de 2021, terminé ese proyecto y me puse en contacto con varias editoriales. Una semana después recibí varias respuestas, entre ellas la de la Editorial Planeta, ofreciéndome una propuesta editorial para mi libro. A día de hoy, y después de algunos meses de trabajo, mi libro está publicado. Se llama 'La carta de Grazalema', es de la editorial Planeta y está disponible tanto en formato físico como en formato eBook.

Os dejo la sinopsis para que sepáis un poquito más de él 💗:

Ana es una mujer de cuarenta y cuatro años, viuda, que vive con su hija Laura, de diecinueve. Un día es despedida del trabajo en el que lleva casi veinte años, y conoce a Julián, un hombre del que se enamora. En medio de este romance llega una carta de Grazalema con la noticia de un fallecimiento y una posible herencia para Ana. Ella deberá decidir si viajar o no a Grazalema, sin la compañía de Julián, ya que éste trabaja.

Por otro lado, Laura empezará segundo de periodismo y conocerá a personas que le harán descubrir el amor y la traición. Le harán replantearse su sexualidad y sus sentimientos, a través de diferentes acontecimientos y situaciones.

Madre e hija pasarán por diversas vicisitudes, tanto juntas como separadas, que les harán tomar elecciones que cambiarán su mundo para siempre.

                                       

Lo podéis adquirir a través de Amazon , La Casa del Libro , FNAC , El Corte Inglés e IberLibro , además de pedirlo en librerías.

¡Darle mucho amor!💗


miércoles, 3 de marzo de 2021

Globos azules

Mi amigo tiene un globo. Es un globo especial. El dice que es azul. Lo lleva a todas partes, pero no siempre se ve. Cuando vamos paseando, la gente nos rodea, y algunos se giran para ver el globo, aunque para la mayoría pasa desapercibido.

A veces, cuando paseamos, nos encontramos con obras o coches que pitan mucho. Cuando oímos ruido, o aparecen muchos colores juntos, mi amigo se asusta, y su globo crece. Él se pone muy nervioso. Empieza a comportarse de una forma extraña.

A veces agita sus manos arriba y abajo, como si quisiera volar. Se tapa los oídos y parece ausente. Es como si se encerrase en una burbuja en la que nadie puede entrar. Coge su globo azul y se evade del mundo.

Casi nunca habla con nadie, no sale de su burbuja y no deja a casi nadie entrar. Le cuesta sonreír, y a veces no nos mira a los ojos. Aún así, yo sé que me quiere, y también le quiero.

A veces me cuesta entenderlo, porque no se relaciona mucho conmigo. Pero es muy bueno y cariñoso. Las pocas veces que me mira, me transmite paz y calma. Cuando me mira a los ojos, y me sonríe, su globo se deshincha un poquito, y yo me siento más feliz.

No le gusta compartir sus juguetes, ni que le dé abrazos. Siempre juega a lo mismo, y no le gusta que las cosas cambien. Se desorienta mucho cuando eso pasa, y le cuesta concentrarse.

No suele hablar mucho. A veces para que nos entienda utilizamos unas fichas con dibujos. Tiene una en la que salgo yo. Mi madre los llama 'pictogramas', dice que le ayudan a visualizar una rutina y saber qué va a pasar a corto plazo. Eso le da seguridad, igual que su globo azul.

No le gusta jugar a mamás y papás, ni a las tiendas, ni a nada que suponga imitar a los adultos. Tiene un súper poder, puede oler cosas desde muy lejos. Para él la intensidad de los olores se magnifica, y no los soporta muy bien. Cuando eso pasa, su globo también crece.

No me gusta que su globo crezca, porque acaba tapándolo, y la gente no ve lo que hay debajo. Lo que yo veo. No ven que mi amigo hace unos dibujos preciosos. No ven que sabe muchísimo sobre los animales y que es capaz de recordar nombres rarísimos de animales que no ha visto nadie en persona. Reconoce imágenes de delfines, jirafas, canguros, kinkajous, zarigüellas,... y otros que yo no recuerdo. Le encantan los animales. 

A veces la gente simplemente ve el globo, y no entiende que, la gente con globos azules, sobre todo los niños y niñas, también son personas y tienen muchas virtudes que no se ven. Yo creo que a veces TEAsusta lo que hacen, y por eso no te paras a mirar en su interior. Pero los globos azules, como mi amigo, solo necesitan un poco de paciencia, una rutina fija, elementos visuales que les ayuden a orientarse, y que les expliquen las tareas una a una. 



miércoles, 15 de abril de 2020

Cuando podamos abrazarnos

Cuando todo esto acabe, cuando hayamos destronado al virus, y se haya quedado sin corona. Cuando las mascarillas no sean necesarias, las colas de uno en uno en las puertas de los supermercados se terminen, y podamos entrar con normalidad. Cuando podamos saludarnos y pararnos a hablar en mitad de la calle. Cuando abuelos y nietos se reencuentren, los trabajadores de las residencias puedan reunirse con sus familias y el personal de limpieza pueda descansar un día entero.

Cuando la curva caiga en picado y los hospitales se vacíen. Cuando los hospitales de campaña se desmonten. Los hoteles dejen de estar medicalizados y pasen a tener sólo huéspedes sanos. Cuando los bares se reabran y podamos brindar con unas cervezas bien frías. Cuando todo esto pase, que pasará.

Cuando acabemos con el ya conocido COVID-19, el número de altas supere al número de infectados, y el de fallecidos caiga en picado, nos sentiremos vencedores de una guerra. Una guerra sanitaria en la que habremos colaborado todos. Los propios ciudadanos, las fuerzas de seguridad, el personal sanitario, todas aquellas personas que nos quedamos en casa, y todas aquellas personas que no lo hicieron porque tenían una labor social que cumplir. 

Cuando se levante el estado de alarma y podamos volver a los centros escolares, laborales,...Cuando podamos volver a darle al "play" de nuestras vidas y seguir con nuestras actividades cotidianas. Cuando nos podamos juntar a tomarnos unas cervezas, a echar la partida de mus con los amigos, a llevar a los niños al parque, a ver a nuestros amigos y familiares. Cuando todo esto pase, cuando podamos abrazarnos, nos volveremos a juntar en tu casa, en la mía o en el bar de la esquina tu y yo. Te daré el abrazo que ahora tanto ansío, te comeré a besos aunque te quejes o nos miren, te diré todo aquello que no te dije la última vez que te vi, y no me importará que vayas despeinado, con la camisa por fuera, los zapatos sucios o que la mesa esté coja. Y es que cuando todo esto pase, nos vamos a fijar menos en los detalles y más en el interior de las personas. Cuando todo esto pase, me dará igual que la cerveza esté caliente o fría, solo me importará poder verte sin tener una pantalla de por medio. Poder abrazarte, tocarte y besarte. Cuando todo esto pase, cuando podamos abrazarnos.

martes, 14 de abril de 2020

No llevaban capa, llevaban bata

Catorce. Catorce de marzo. Catorce de marzo de dos mil veinte. Ese día mi madre recibió una llamada del centro de salud donde trabajaba. No tenía turno ese día pero necesitaban el máximo de sanitarios disponibles y la llamaron. Mi madre era médico, se dedicaba a salvar vidas. Mi padre y yo fuimos hasta la puerta de casa con ella, no podíamos salir. El gobierno había decretado el estado de alarma y solo se podía salir para ir al médico, comprar comida y sacar a nuestras mascotas. Por aquel entonces los que teníamos mascotas éramos unos privilegiados, ese día empecé a valorar más a Rico. 

Cada vez que mi madre salía a trabajar me daba un vuelco al corazón. Tenía que ir. Formaba parte de aquel ejercito de superhéroes que nos estaban salvando de la muerte. Porque eso eran: superhéroes. En aquel momento las profesiones como futbolista, cantante, actriz,...Dejaron de ser las referentes para muchos niños y niñas, y profesiones como médicos, enfermeros, científicos, limpiadores,...Ocuparon su puesto. Los sanitarios nos estaban salvando la vida, cambiando capas por batas y antifaces por mascarillas (que por cierto, se volvieron valiosísimas y muy difíciles de conseguir).

Los ancianos fueron los que  pagaron la mayoría de  platos rotos, y es que aquella generación que venció y sobrevivió a una guerra, que luchó por conseguir la democracia y libertades de las que hoy gozábamos, estaba cayendo poco a poco. Las residencias se confinaron, perdieron a muchos de los suyos, y eran pocos los que podían asistir al entierro de sus seres queridos. Aquellos soldados, aquellas familias que sobrevivieron a las armas, al hambre y a la pobreza, estaban cayendo en masa frente a un bichito. 

Un bichito, un virus que había paralizado a toda la humanidad. El confinamiento empezó en China, y poco a poco se fue extendiendo por Asia, Europa, América y parte de África. Se cerraron comercios, se cerraron bares, las reservas en hoteles descendieron. Se cerraron colegios e institutos, y algunas universidades empezaron a dar clases online. Hubo despidos, se cancelaron prácticas, nos familiarizamos con las palabras: ERTE, confinamiento, coronavirus y pandemia. Pero no todo fue malo, también aprendimos a pasar más tiempo en familia, jugando a las cartas, a los barcos, al parchís,...Haciendo videollamadas, practicando ejercicio. Aparecieron nuevas formas de dar clases, por correo, dando clases online, integrando a los profesores en grupos de whatsapp,... Cambiamos la forma de trabajar y de relacionarnos.

Nos pidieron que guardáramos una distancia mínima de seguridad de un metro. A nosotros. A un país que se saluda dándose dos besos. Un país que se felicita dando abrazos. Un país en el que nos presentamos, o cerramos un acuerdo, con un apretón de manos. Un país fraternal y afectuoso donde nos gustaba achucharnos y caminar de la mano. En ese momento nuestras manos las cubríamos con guantes de látex o polivinilo, nuestros labios (que tanto usábamos para besarnos) los cubríamos con mascarillas, y fuera de casa no nos abrazábamos ni nos besábamos. 

El país escuchó al gobierno, y respondió a su petición. La mayoría nos quedamos en casa, pero no de brazos cruzados. Nos quedamos escribiendo, haciendo tutoriales para entretener a pequeños y mayores, componiendo canciones, haciendo directos de Instagram, compartiendo juegos y actividades con nuestras familias, y acudiendo cada día a una cita nacional que los ciudadanos acordamos. Y es que cada día a las ocho de la tarde, todos salíamos a nuestros balcones y ventanas a aplaudir a los que nos estaban salvando a todos. A los trabajadores de supermercados y tiendas que abastecían a la población para evitar mayor desastres, a los hosteleros que daban de comer a sanitarios y necesitados, a los presentadores de televisión que nos entretenían cada día haciendo que el confinamiento fuera más ameno, a los periodistas que nos informaban de cada noticia en telediarios y periódicos, así como a toda su redacción. A todas las empresas que habían cesado su actividad para ponerse al servicio de los ciudadanos, haciendo mascarillas, pantallas,...A todos los empresarios y famosos que habían donado dinero para la investigación o creación de recursos contra el coronavirus, al sector farmacéutico que aguantaba en primera línea. A todos aquellos ciudadanos que, de una manera u otra, estaban aportando su granito de arena para luchar contra el ya conocido como COVID-19 y sus consecuencias. A sanitarios como mi madre, una médica que se dedicaba a salvar vidas. Y así fue como nos dimos cuenta de que nuestros verdaderos héroes no llevaban capa, llevaban bata.

miércoles, 4 de marzo de 2020

Y que parezcas de Marte

Entra el pálido sol por la ventana, apenas se acaba de despertar ya que sus rayos son tenues y casi cristalinos. Recorren la habitación y mis ojos la recorren con ellos, hasta que llegan a tu pelo. Lo iluminan y continúan su camino. Yo, por el contrario, me quedo en él. Me detengo y lo observo. Y entonces veo que ha crecido bastante en estos últimos meses, que está más brillante que nunca, que has cambiado de champú porque ahora huele mejor.

Bajo y recorro tu rostro, y creo vislumbrar en él una pequeña sonrisa. Bueno o un murmullo, no estoy muy segura. Es que a veces hablas en sueños ¿sabes? Creo que nunca te lo he dicho. Eso sí, no me preguntes lo que sueles decir porque nunca te entiendo. Creo que tienes un lenguaje secreto que solo tu conoces.

Me gusta verte dormir. A veces te mueves y parece que bailas entre las sábanas, al compás de una extraña melodía. Tienes tus rarezas ¿vale? Eres peculiar hasta cuando duermes. Cuando te veo así me pregunto de dónde habrás salido. Eres tan...extraño, especial, único. A veces pienso que no te entiendo, y otras veces sé que no necesito entenderte. Que me gustas así, que me gusta abrazarte, me gustan tus rarezas y que parezcas de Marte.

Porque es que a veces diría que eres de otro planeta, que has llegado aquí y te has adaptado a nuestra loca vida terrícola, aunque guardas tu esencia marciana que te hace ver las cosas de otra manera. Para ti siempre hay tres caminos: el izquierdo, el derecho y el que tu te inventas. Y este último es siempre el más certero y conveniente.

En serio, no sé cómo lo haces, pero tampoco quiero que pares ni cambies. Contigo todo es fácil, mis problemas se vuelven pequeños; tus brazos, mi abrigo; tus palabras, mi consuelo y mi quimera de tanto en tanto; entiendes mi mundo, lo complementas y lo remueves a la vez. A veces desencajas el puzzle y me ayudas a formar uno nuevo, y eso me hace crecer y abrir la mente. Me descubres posibilidades nuevas, que hacen que parezcas de Marte y me entren ganas de besarte.

viernes, 22 de noviembre de 2019

Bella cual camella

Era una noche bonita, la más bonita de todas. La luna estaba en lo alto bañando con luz tenue toda la escena. Radiante se reflejaba en el caldo, mientras ellas le daban forma.
- Le falta sal.
- Aquí tienes un poco de salero.- Respondió Astucia con un paquete de dos kilos. Lo volcó entero y añadió dos tazas.
- Alaaa.
- Me he quedado corta, ¿verdad? - Preguntó añadiendo más.
- No, no, no, no, no. Para, - le ordenó Dulzura - también será dulce - añadió volcando su taza.
- E inteligente, - agregó Erudición con una olla en la mano - será muy inteligente.
- Y tendrá un gran corazón. Sabrá pensar en los demás y empatizar con ellos. - Aportó Amabilidad echando dos pozales dentro.
- Será humilde. Grande pero humilde.- Dijo Humildad volcando un par de ollas.
- Y capaz de hacer todo lo que se proponga, sacando tiempo de donde no hay.- Afirmó Perseverancia echando un saco.
- Para ello tendrá que ser organizada.- Añadió Tiempo echando una agenda a la pócima.
- Y ahorradora.- Dijo Economía dando forma a una cochina de plata.
- Y tendrá mucho estilo.- Aportó Chulería levantándose de su silla. Se acercó a la pócima, chasqueó dos dedos y echó un par de secadores dentro.
- Será valiente. - Sentenció Osadía.- Capaz de empezar de cero y levantar un imperio.
- Y responsable, - añadió Sensatez - tendrá que aprender las reglas del juego.
- Bueno sí, pero solo para romperlas como una artista. - Sentenció Locura con acento argentino. Miró la olla y dijo:- Creo que me necesitará mucho. - Echó cinco sacos.
- ¿Qué haces? - Preguntó Cordura indignada.
- Me necesitará para montar su comercio. Hoy en día, acá en España, es un locura montar un comercio.- Añadió. - Ché, Alegría, qué bueno que viniste. - La saludó.
- ¿A ésta quién la ha invitado?- Preguntó Chulería.
- Hola, he sido yo. - Respondió Alegría.
- Alegría, ¿has invitado a Locura a formar parte de ella?
- Sí, - respondió Locura- acá estoy yo, y formaré parte de ella con todas ustedes.
- Ya, bueno...Esto...Será española, no argentina, está decidido. - Sentenció Cordura.
- Sí, pero también le agradará platicar en argentino. Estará rebárbara y será relinda. - Añadió. - Todo el mundo la mirará al pasar.
- Eso de "relinda" será cosa mía. - Dijo Belleza.- Le voy a dar un pelazo rubio y unos ojos castaños,...Os vais a morir de envidia. Será bella cual camella. - Advirtió añadiendo el secreto de la belleza.
- Vamos a ver - dijo Cordura levantando ambas manos,- tu y yo no podemos estar en ella.
- Yo me quedo, boluda.- Le dijo Locura.
- A mí me necesita más que a ti.- Argumentó Cordura.- Va a llevar un negocio.
- Yo no pienso irme, si querés podés compartir piso conmigo, - le propuso Locura - y si no, andáte, pero yo me quedo acá.
- A ver, seamos sensatas - dijo Sensatez- , hay sitio para las dos. Solo tendréis que aprender a llevaros bien. ¿Podréis hacerlo por ella?
Cordura y Locura se miraron, y comprendieron que lo mejor para ella era llegar a un equilibrio, un punto intermedio entre ambas.
- Sí.- Admitió Locura.- Te dejaré llevar las riendas de vez en cuando. - Le dijo a Cordura.
- Creo que podremos llegar a un acuerdo.

Y así, juntando un pedacito de todas ellas: Astucia, Dulzura, Erudición, Amabilidad, Humildad, Perseverancia, Tiempo, Economía, Chulería, Osadía, Sensatez, Locura, Cordura, Alegría y Belleza dieron lugar a la más bella entre todas las camellas.
Su madre la llamó Eliana, el resto de sus conocidos (grandes privilegiados) la llamamos Eli.

jueves, 22 de agosto de 2019

Simbiosis

Mis pies hundidos en la arena, mis dedos jugando con cada uno de sus granos. Están fríos, la noche dejó su rocío sobre ellos, y ahora mis pies, al entrar en contacto con ellos, descienden a su misma temperatura. Mis dedos se hunden en ellos y a veces levantan montoncitos como pequeños superhéroes. La playa es inmensa y cuesta creer que está compuesta solo por estos granitos tan pequeños. Uno tras otro se amontonan haciéndole frente al mar, marcando su territorio y poniéndole fronteras. Yo paseo por ellas, aunque no las llamo "fronteras", las llamo "orillas". Son suaves y compactas, el mar unió sus granos a modo de pasta. Los conectó entre sí para que ejercieran una única función: acariciarlo.

El mar está en calma, y eso es lo que me transmite. Tiene unas aguas cristalinas y saladas, puedo oír cómo las olas llegan suavemente a la orilla. Parte del agua se funde en la arena, y la otra parte regresa al mar. Un poquito de esas gotas se queda para siempre junto a la arena, formando parte de ella. Intercambian caricias, y cada uno se queda con algo del otro. Forman parte de una simbiosis perfecta. Nada puede salir mal, ambos se necesitan porque no habría orilla sin mar, ni playa sin orilla.

El mar es agua salada que cubre tres cuartas partes de la tierra (eso pone en el diccionario), pero para mí, en ese momento, es calma, tranquilidad, paz,... No sé si alguna vez habéis sentido la necesidad de estar en un sitio físico, y no me refiero a cuando quieres ir a una fiesta y no puedes, o cuando tus padres no te dejan ir a la discoteca de moda a la que van tus amigos esa noche. Me refiero a cuando tienes un mal día o necesitas desconectar, y automáticamente sabes que para ello tienes que estar en un sitio en concreto. A mí me pasó. Tuve un mal día en el trabajo (hace unas semanas) e, inconscientemente, pensé en el mar. Supe que necesitaba el mar.

Es mágico, y a lo mejor la gente que viva lejos o no suela ir con frecuencia a la playa, no lo entiende. El mar tiene la habilidad de dar paz y sosiego. Cuando entras en él (siempre que no esté revuelto), la tranquilidad de las olas y el ritmo al que van, te hacen sentir así. Tu ritmo cardíaco se adapta al que lleva el mar en ese momento, y te relajas. No importa lo que tengas que hacer después, la propia agua salada se encarga de restarle importancia en ese preciso instante. El mar sana, tranquiliza, y aunque pique, a veces cura heridas.

El mar en calma, la arena fría y el atardecer acechando. El sol se va yendo y solo se oye el mar. Su espuma salada tiñe la arena al acariciarla, se funden en un abrazo. Poco a poco el agua se va integrando en ella, formando así parte de su encanto. Se adentra entre sus pequeños granitos, instalándose en sus entrañas. Y juntas crean ese equilibrio perfecto, esa simbiosis, que transmite calma y tranquilidad, ese paraíso llamado playa.