Si le ves, salúdale. Dale los buenos días o las buenas tardes. Pregúntale cómo está, qué tal le va. Si sigue paseando de un lado a otro mientras espera su turno o a que llegue su compañía, como cuando quedábamos en un lugar y llegaba antes que yo. Cuando tenía que esperarme y me reñía al llegar, ya sabes que nunca fui muy puntual.
Pregúntale si sigue tomando el café con dos terrones de azúcar, y si sigue removiéndolo con la puntita de la cucharilla antes de dar el primer sorbo. Si saborea la cucharilla antes de dejarla torcida delante de la taza. Si sigue moviendo la taza al acabar, hasta cubrir todo el fondo con los posos del café.
Pregúntale si sigue poniendo la música bajita los sábados por la mañana al despertarse, si aún duerme con ese cojín redondo y blandito que le regalé, o si sigue teniendo frío en los pies cuando se acuesta, y tiene que levantarse a media noche a por una sábana finita.
Pregúntale si sigue usando su manta verde con los lunares azul marino en lugar del batín rojo que le regalé por aquel cumpleaños en el que nos quedamos a dormir en mi casa. Bueno, nos quedamos a dormir pero en realidad nadie durmió esa noche. Y ya de paso, pregúntale si ha ordenado el armario en el que guarda todas sus mantas, ya sabes que a veces le da pereza.
Pregúntale si sigue componiendo canciones, y si usa la libreta que le regalé, o si por el contrario prefiere seguir escribiéndolas en esas hojas de carpesano cuadriculadas que siempre compraba en el chino de enfrente de su casa. Ésas que iban en paquetes de ochenta. Y si es así, si las sigue escribiendo, pregúntale si siguen tratando de historias de amor, de amistad,...Pregúntale si sigue yendo a su "escondite perfecto" cuando le falta la inspiración. Supongo que no has entendido mucho esta última frase, pero tu pregúntaselo, que cuando lo hagas sabrá a qué sitio te refieres.
Fíjate en sus ojos, en su mirada, si transmiten tristeza, si están cansados, ahogados en agua o hundidos, con ojeras, con destellos. Si brillan, y si es así, si lo hacen como antes. Si ves el mismo destello en ellos o si ha cambiado. Si su mirada sigue siendo clara, limpia, cristalina, inocente,... y a la vez valiente y con determinación. Si transmite esa fuerza, esa energía que le caracterizaba, y ya de paso me cuentas si sigue teniendo esos ojos tan bonitos que todo el mundo se paraba a contemplar.
Cuando te conteste a todas estas preguntas, hazme un favor y abre bien los oídos. Intenta distinguir algún matiz en su voz, si ha cambiado o si sigue teniendo esa voz dulce e hipnotizante que siempre tenía. Ésa que hacía que quisieras escuchar otro monólogo de sus labios, por el puro placer de disfrutar de esa hermosa melodía que tenía como timbre, que le distinguía de cualquier otra persona. Intenta fijarte en si sigue transmitiendo esa sensación de serenidad, tranquilidad, paz y seguridad al hablar. Si sus palabras siguen siendo como caricias. Si te empujan a soñar.
Si le ves de mal humor, fíjate en si le siguen saliendo esas arrugas con forma de "V" en la frente, si se le siguen poniendo los mofletes sonrojados, si sigue refunfuñando entre dientes, y guardándose su enfado hacia adentro; o si, por el contrario, explota en palabras y arremete con todo lo que tiene a su alrededor.
No le hables de mí, no le digas que seguimos teniendo contacto, ni que te he pedido todo esto. No me mientes, no me lleves a su memoria, ni le hagas recordar. No le hables de esta conversación, no le recuerdes mi existencia ni nuestra conexión, únicamente...Interésate por cómo le va, hazme el favor. Tu, solo, pregúntale.
No hay comentarios:
Publicar un comentario