Septiembre... Bienvenido. Se acabaron las noches de locuras, de fiestas, de desenfreno. Se acabaron las lunas reflejadas en tus ojos, algo achispados. Se acabaron las copas a media noche, las botellas de vino que se relevaban unas a otras cada noche. Se acabaron los baños nocturnos en tu particular piscina, en la que no nos hacía falta el bikini ni el traje de baño.
Ya no descorcharemos más botellas dentro de ella, ya no usaremos esa cubitera que compramos solo para nuestros vinos y quintos. Ésos que nos tomábamos directamente sin necesidad de usar copas. Se acabaron, nos los bebimos enteros, nos quedamos sin hielo, y llegamos a septiembre.
Llegó septiembre y se acabaron nuestras tertulias filosóficas en las que intentábamos arreglar el mundo. Las noches en vela, las preguntas sin resolver, las escapadas improvisadas, los moños altos, las gafas de sol para ocultar nuestra falta de sueño, las siestas en la playa, las cenas en la arena bajo las estrellas, las sombrillas y los pareos.
El sol ya no nos acaricia la piel, ya no la dora, no la vuelve morena. Se ha ido de vacaciones y cada vez aparece menos. Ha llegado septiembre y lo ha echado, lo ha ido apagando, dándole la espalda. Se acabó el tiempo libre, o eso es lo que marca la costumbre, porque los niños empiezan las escuelas, los colegios,...Los adolescentes empiezan el instituto, los jóvenes comienzan las universidades, y los adultos vuelven a sus trabajos. Y los que no tienen quehaceres, porque han terminado de estudiar o porque están en el paro, también buscan sus particulares rutinas. Porque tú, septiembre, nos haces sentir la necesidad de empezar a movernos, a hacer cosas, y a intentar enderezar nuestras vidas, encauzarlas para conseguir una meta particular.
Llegó septiembre y se acabaron los viajes, los helados, salir a cenar fuera, pasear por los parques, por la orilla de la playa, ir a pescar, ir a nadar,...Se acabaron tantas cosas...Dejamos los pareos y sacamos las chaquetas. Llegó septiembre y nos quitamos las pulseras tobilleras, dejamos a un lado las calcomanías y algunos, las bicicletas.
Llegó septiembre y cogimos las agendas, los calendarios, el despertador. Hicimos los horarios, nos pusimos el reloj. Empezamos a crear recordatorios, y a atender nuevamente nuestras obligaciones y compromisos. Volvieron las prisas, las carreras, los "que no llego", y al final sí que llegas, los "este año voy al día", "este año me pongo las pilas", y no, a veces no lo cumples.
Llegó septiembre y volvimos a la rutina, a la monotonía, a las obligaciones, y en parte a no tener que preguntarnos "¿qué hacemos? ¿qué viene ahora?". Llegó septiembre y volvimos a casa, a ver a nuestros compañeros, a recuperar la normalidad. Llegó septiembre y volvió la cordura, predominó de nuevo la parte racional de cada uno. Volvimos a nuestras rutinas y dejamos atrás las locuras del verano.
Muy buena descripción del comienzo de una rutina que al fin y al cabo echamos de menos
ResponderEliminarGracias Delfi!
Eliminar