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Llegué aquí una fría madrugada de diciembre. Los primeros libros que llegaron a mis manos me mostraron la magia de la imaginación y la belleza de las palabras. Más tarde, despertaron en mí la necesidad de plasmar éstas en nuevos relatos. La música me enseñó otra forma de ver la vida y, aunque no sé cantar, disfruto mis ratos libres escuchándola. Estas tres pasiones y disfrutar con la gente que me quiere son los pequeños placeres de mi vida. Me gusta fijarme en los pequeños detalles, ya que son los que le dan un toque personal a las cosas, e intento introducirlos en todo lo que hago, incluidos los relatos. Me gusta andar aunque no sepa a dónde voy o vaya sin rumbo fijo, creo que perderse es una buena forma de conocer otros lugares. Disfruto nadando, aunque no tenga el suficiente tiempo para ello, ni la playa muy cerca. Me considero una persona sencilla, no necesito gran cosa para ser feliz. Me gusta hacer las cosas de manera original, pero no destacar. Y estoy aquí porque necesito sacar las pequeñas ideas que pasan por mi cabeza.

viernes, 21 de septiembre de 2018

Un café y me lo cuentas

 Marina salió de trabajar a las cinco de la tarde.
- Sí, sí vale. - Dijo hablando por teléfono. - ¿Has dicho a las diez?... ¿Te viene bien a y media? - Prosiguió cruzando la calle. Giró a la izquierda y entró en la cafetería. Era un sitio pequeño con grandes ventanas y mesas cuadradas, de dos o cuatro personas. Estaban a la derecha al entrar, a la izquierda había una máquina de tabaco, los aseos y la barra. 
- Hola, ¿qué va a tomar? - Le preguntó el camarero acercándose a ella.
- Vale, a menos cuarto. Espera un momento. - Tapó el micrófono y se dirigió al camarero. - Un bombón, por favor. - El camarero volvió a la barra y ella continuó su conversación. - Perfecto, yo hablo con Tamara y Lorenzo.
El camarero le trajo el café.
- Gracias.
Le sonó un WhatsApp, era de Carlos.
"Necesito verte. Es urgente."
Marina terminó su café y llamó a Carlos.
- Hola, ¿qué pasa?
- Necesito hablar contigo, en persona. - Le respondió Carlos serio.
- ¿Va todo bien? - Le preguntó preocupada.
- No Marina. Tenemos que hablar. ¿Te viene bien mañana?
- Sí, claro.- Le dijo sorprendida, y se hizo un pequeño silencio.- Carlos, te quiero.
- Mañana hablamos.

Al día siguiente, Marina se fue a trabajar. Pasó toda la mañana nerviosa por el mensaje y la conversación con Carlos. No consiguió centrarse. Esa tarde Carlos y ella quedaron en el piso de Carlos. 
- Hola. - Le dijo Marina, y se acercó a él para besarlo pero Carlos se apartó. - ¿Qué pasa?
- Esto ya no funciona. - Dijo dejando su taza de café en la encimera.
- ¿Qué? ¿Por qué dices eso?
- Marina... Ya no nos tocamos, casi no hablamos y... No sé, ya no siento lo mismo.
- Pero... Yo pensaba que estábamos bien. - Estaba muy confusa después de lo que él le había dicho.
- Lo siento, pero no. He intentado arreglarlo, pero ya no siento nada. Lo que teníamos se ha convertido de nuevo en una amistad.- Le dijo sinceramente.
-¿"Amistad"? Tu... ¿Me consideras solo una amiga? - Estaba muy sorprendida.
- Ahora mismo sí. Lo siento.
- Pero ¿desde cuándo? ¿Por qué no me has hablado antes de tus sentimientos?
- ¿Cuándo? Estás todo el día trabajando. - Le reprochó.
-  Eso...- Respondió desconcertada. - No es verdad.
- Marina lo siento. Esto no puede continuar.
Carlos la estaba dejando después de dos años de relación, sin ninguna discusión. Le dio un beso en la mejilla y le hizo un gesto para que se marchase. Ella bajó las escaleras pensando en qué había pasado, pero no logró entenderlo.

Marina volvió a la cafetería la tarde siguiente. Había quedado allí con su amiga Lorena.
- Hola. - Le dijo Lorena sentándose enfrente. - ¿Qué te pasa? Te noto rara.
- Carlos me ha dejado. - Le contestó con un hilo de voz, mirando su  café.
- ¿Qué? ¿Por qué?
- Dice que ya  no siente lo mismo, que me ve como una amiga.
- ¿Una "amiga"? ¿Después de dos años? - Le dijo dando a entender que no era muy creíble.
- Eso pienso yo.- Dijo recuperando su voz.- A ver, es verdad que últimamente no hemos estado muy "cercanos", por decirlo de alguna manera.
- Vamos que hace tiempo que no... - Insinuó refiriéndose al sexo.
- Exactamente. Pero de ahí a dejarlo... - Empezó a temblarle la barbilla.- No sé, pensaba que no estábamos tan mal. Es que no lo entiendo. - Le dijo mientras se enjuagaba algunas lágrimas. - Yo... Lo quiero.
- Lo siento mucho Marina. - Le dijo Lorena tocándole el brazo. - ¿Sabes si... Hay alguien...?
- ¿Qué? - Preguntó Marina. No se le había pasado esa idea por la cabeza. - No. No, no creo. - Respondió negando con la cabeza. - Él no... - Marina bebió un trago de su café.- ¿Y si es que ya no le gusto? Ya sabes... Físicamente. 
- ¿Qué? No digas tonterías Marina. - Le dijo Lorena, eso no tenía mucho sentido. - Tienes un cuerpo estupendo. - Marina se miró las piernas y fue subiendo la mirada rápidamente hasta los pechos. - No te rayes, - siguió Lorena, - eres muy atractiva. Si te viera en un bar y no te conociera, intentaría ligar contigo.
- No sé, es que... No me esperaba esto de Carlos. - Todavía lo estaba asimilando. - Es que llevábamos dos años, joder. Y ni siquiera sabía que estábamos mal.- Dijo removiendo lo que le quedaba del café con la cucharilla.
- Los tíos son así, por eso a mí no me van.- Le dijo.- Entre nosotras nos entendemos mejor.
- Bueno, ¿y tú qué tal?
- Bien, un poco agobiada con el curro.- Le respondió.- ¿Sabes lo que deberíamos hacer? Salir.- Marina se rio.- Lo digo en serio, salir una noche y despejarnos las dos un poco.
- Sí, estaría bien.

Ese sábado salieron las dos a cenar algo y después se fueron de copas. Marina fue haciéndose a la idea de que Carlos ya no formaba parte de su vida. La tristeza se fue paulatinamente y dio paso a otros estados de ánimo: la calma, la paz, la felicidad,... Entre café y café logró superarlo.

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