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Llegué aquí una fría madrugada de diciembre. Los primeros libros que llegaron a mis manos me mostraron la magia de la imaginación y la belleza de las palabras. Más tarde, despertaron en mí la necesidad de plasmar éstas en nuevos relatos. La música me enseñó otra forma de ver la vida y, aunque no sé cantar, disfruto mis ratos libres escuchándola. Estas tres pasiones y disfrutar con la gente que me quiere son los pequeños placeres de mi vida. Me gusta fijarme en los pequeños detalles, ya que son los que le dan un toque personal a las cosas, e intento introducirlos en todo lo que hago, incluidos los relatos. Me gusta andar aunque no sepa a dónde voy o vaya sin rumbo fijo, creo que perderse es una buena forma de conocer otros lugares. Disfruto nadando, aunque no tenga el suficiente tiempo para ello, ni la playa muy cerca. Me considero una persona sencilla, no necesito gran cosa para ser feliz. Me gusta hacer las cosas de manera original, pero no destacar. Y estoy aquí porque necesito sacar las pequeñas ideas que pasan por mi cabeza.

jueves, 22 de agosto de 2013

El amor de un padre

Las personas le debemos la vida a nuestros padres, bueno más bien a nuestra madre, pero en mi caso a los dos por partes iguales: la primera, a mi madre, y la segunda, a mi padre. Me llamo Elena y ésta es mi historia.
Todo comenzó un día de verano, me encontraba muy cansada y decidí acostarme un rato. Después de estar un rato tumbada empezó a subirme la fiebre. Pasé varios días con dolores musculares y unas fiebres muy altas, me costaba respirar y me sentía débil, muy débil. Por las noches sentía escalofríos y me dolía mucho la garganta, era como si me picara por dentro y no pudiera rascarme.
Una noche era ya insoportable, el dolor y el picor eran superiores a mí y a mis fuerzas, así que mis padres decidieron llevarme al médico. De camino al hospital me iba irritando cada vez más, mi madre me daba agua, pero eso no conseguía apaciguar mi picor; además, empecé a tener dificultades para respirar.
Entramos por urgencias al hospital, y pronto nos atendió una enfermera. Nos llevaron a una habitación del hospital, y enseguida vino la doctora. Me examinó y me mandó unas pruebas. Mi madre le preguntó, muy preocupada, qué tenía, qué pruebas me iban a hacer,...y más preguntas por el estilo.
La doctora le dijo que no estaba segura de lo que tenía y que por eso tenían que hacerme esas pruebas. Como ya era tarde, tuve que pasar la noche allí, en el hospital. La primera de muchas otras.
Al día siguiente mis padres llegaron temprano para saber que me pasaba y cómo estaba. Llegaron, me dieron un abrazo, dos besos, me preguntaron cómo estaba,...pronto fue llegando más gente; mis tíos, mis abuelos, mis primos, amigos de la familia, amigos del instituto,...Todos preguntándome cómo estaba, cómo había pasado la noche,...Pronto llegó una enfermera junto con la doctora y unos papeles en las manos. Les pidió a todos que salieran de la habitación, excepto a mis padres. Cuando todos se fueron nos dio la noticia, la fatal noticia: tenía cáncer. 
En ese momento se me cayó el mundo encima. Me puse a llorar. Mi madre me abrazó muy fuerte y mi padre le preguntó a la enfermera si se podía hacer algo y cuando se podía empezar. Ella le contestó que me iban a dar quimioterapia y que a lo mejor más tarde necesitaría algún trasplante o alguna transfusión de sangre, pero que sería fácil encontrar algún donante.
Dos semanas más tarde necesité mi primera transfusión de sangre. Normalmente esto se pide a un banco de donantes; mi padre era donante y, tras hacer unas pruebas, nos dimos cuenta de que éramos compatibles. Él me dio la sangre. Al principio, esto fue una tranquilidad y una gran alegría, pero pronto dejó de ser así.
Más tarde, necesité médula ósea, más sangre, glóbulos blancos, glóbulos rojos, plaquetas, un riñón,...
Recuerdo nuestra primera intervención, y digo "nuestra" porque era de mi padre y mía. Estaba muy asustada. Antes de entrar al quirófano nos acostamos en unas camillas, y en la puerta del quirófano mi padre me dio la mano y me dijo: "No te preocupes princesa, todo saldrá bien, ya lo verás". Y así fue, todo salió bien, muy bien.
Tuvimos varias operaciones, mi padre siempre decía que las operaciones eran de los dos, que era algo nuestro y solamente nuestro, de mi padre y mío; pero acabó pronto, pronto pasaron de ser nuestras operaciones a ser sólo las mías.

Un día mis padres vinieron a visitarme y, al salir del hospital, el médico los llamó para hablar con ellos. Yo no estaba, pero me lo contaron más tarde. El médico reunió a mis padres en su consulta y les dijo que mi corazón había sido afectado por el cáncer y que necesitaba un trasplante de corazón. Desgraciadamente, en el banco de donantes fallecidos no había ningún corazón. Mis padres entraron en la habitación para despedirse de mí y se fueron a casa, no me contaron nada.
Ese mismo día, por la tarde, reunieron a toda mi familia en el hospital: mis abuelos, hermanos, tíos, primos, primos segundos, tíos abuelos,...Todos, absolutamente todos, reunidos en la sala de espera preguntándose por qué los habían citado allí.
Mi madre estaba pegada al brazo de mi padre, llorando. Mi abuelo preguntó si había empeorado, y mi padre les pidió que se sentasen.
"Todos sabéis que Elena está enferma,-les dijo mi padre- que tiene cáncer y necesita trasplantes."- todos asintieron y mi padre prosiguió- "Hasta ahora he sido yo el que le ha estado dando todo lo que necesitaba. Ahora necesita un corazón, y se lo voy a dar".
Todos empezaron a llorar, ya que si mi padre me daba su corazón, moriría.
Mi padre les dijo que era una decisión que había tomado él sólo y que no había posibilidad de echarse atrás, que eso era algo ya más que asumido. La intervención sería al día siguiente, por la tarde.

A la mañana siguiente mis padres vinieron a verme y mi padre me dijo que tenía que hablar conmigo muy seriamente. Le pregunté si necesitaba algún trasplante más, y él, muy serio, me respondió que sí. "Princesa, necesitas un trasplante de corazón, y te lo voy a dar" me dijo. En ese momento se me vino el mundo encima, me puse a llorar y a abrazar a mi padre muy fuerte. Le dije que no, que si me lo daba se moriría y que yo no quería matarlo; pero él me dijo que no me sintiera así, que yo no le iba a matar, él iba a dar su vida por mí, me la iba a dar a mí.
Esa tarde me preparé para la operación. Estaba muy triste, mi padre iba a morir. Antes de entrar al quirófano le di un abrazo y un beso muy fuerte.
Entramos al quirófano los dos juntos, uno al lado del otro, en dos camillas diferentes, pero después de la operación sólo salió una,... la mía.
Nada más salir me eché a llorar, mi madre me dio un abrazo y un beso muy fuerte, el más fuerte que me ha dado en la vida; también me dio una carta, una carta que me escribió mi padre antes de morir. Cuando llegué a mi habitación le pedí a mi madre que saliera un momento, y la leí:

"Querida Elena, si estás leyendo esta carta es que la operación ha salido bien, que tu cuerpo ha aceptado mi corazón, y que estás viva; lo que quiere decir, también, que yo he muerto. No quiero que estés triste, no quiero que sufras por mí ni que te sientas culpable, porque no lo eres.
Un padre es capaz de todo por sus hijos, cuando seas madre lo entenderás, de todo, hasta de dar su vida, y eso es lo que yo he hecho, darte mi vida. No me has matado, yo te he dado mi vida, que no es lo mismo, quiero que lo tengas claro. También quiero que sepas que he dejado todos mis órganos, toda mi sangre y toda mi médula ósea a tu disposición, tienes todo mi cuerpo para ti y sólo para ti. Cada vez que necesites algún trasplante o alguna transfusión de sangre, recibirás mis órganos y mi sangre, llevarás mi cuerpo.
Seguro que ahora mismo estás llorando, te conozco, pero no sigas llorando mi princesa, mi alma está a tu lado, siempre lo estará, y mi cuerpo te acompañará el resto de tu vida, puesto que será tu cuerpo. Los padres siempre llevan a sus hijos en el corazón, ahora eres tú la que lleva mi corazón, ahora empieza tu nueva vida, una vida en la que siempre te acompañaré, así que, cuando me eches de menos y quieras sentirme cerca, sólo tienes que ponerte la mano en el pecho y sentir tu corazón, nuestro corazón.
Piensa que en esta nueva vida vamos juntos, así que prométeme que serás feliz por los dos.
Te quiero mucho Elena, mucho.Un beso mi princesa."

Y así fue, me dio su corazón, y fue en ese momento cuando me hice una promesa, la misma que le había hecho a mi padre: sería feliz, sería feliz por los dos. Mi padre había muerto, pero, cómo él mismo me dijo, no se había ido; estaba conmigo, está conmigo, y siempre lo estará.

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