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Llegué aquí una fría madrugada de diciembre. Los primeros libros que llegaron a mis manos me mostraron la magia de la imaginación y la belleza de las palabras. Más tarde, despertaron en mí la necesidad de plasmar éstas en nuevos relatos. La música me enseñó otra forma de ver la vida y, aunque no sé cantar, disfruto mis ratos libres escuchándola. Estas tres pasiones y disfrutar con la gente que me quiere son los pequeños placeres de mi vida. Me gusta fijarme en los pequeños detalles, ya que son los que le dan un toque personal a las cosas, e intento introducirlos en todo lo que hago, incluidos los relatos. Me gusta andar aunque no sepa a dónde voy o vaya sin rumbo fijo, creo que perderse es una buena forma de conocer otros lugares. Disfruto nadando, aunque no tenga el suficiente tiempo para ello, ni la playa muy cerca. Me considero una persona sencilla, no necesito gran cosa para ser feliz. Me gusta hacer las cosas de manera original, pero no destacar. Y estoy aquí porque necesito sacar las pequeñas ideas que pasan por mi cabeza.

martes, 18 de diciembre de 2018

Mi torre ♖

Llevo cinco años encerrada en esta torre. Mi torre. Vine aquí porque me gustaba la soledad, porque no tenía ganas de aguantar los sermones de mis padres, las quejas de mis profesores. No quería que mi hermano me dijera con quién andar o con quién no, no quería que mi hermana me cogiera la ropa, que mi perro me ladrara todo el rato y no me dejaran tranquila.

No me gusta mucho la compañía, a veces prefiero la soledad. Y ahora, que por fin había conseguido que mi viejo televisor Bluesky de catorce pulgadas (con TDT a parte) alcanzara la señal del bendito Netflix, llega él y dice que viene "a liberarme". ¿Liberarme de qué listo, si me has pillado en plena siesta y me has despertado con tus voces? ¿Liberarme de qué? Si yo estaba muy agusto en mi sofá con mi manta tan feliz viendo Gossip Girl. Si quieres puedes sentarte a verlo conmigo, pero no te voy a dar un trozo de manta, tenlo claro.

Y además no me ha traído comida, solo lleva encima una espada. Que dime tu para qué le sirve, si mi dragón está amaestrado y me hace caso en todo lo que le digo. Además, yo tengo una habitación en el ala este del castillo llena de espadas. De hecho las mías molan más que la suya porque lleva una espada corta del siglo XV que... Seguro que está oxidada y todo. Si no se pasa de listo le enseño mi colección. Tengo: una espada Gladius, una espada romana con canal y otra sin canal, una espada tizona del Cid y otra colada, una medieval, otra de Alfonso X, otra Hernán Cortés, una Francisco Pizarro de hierro y una García Paredes. En serio, las mías son más chulas. ¡Ah! Y ha llegado diciendo que es un príncipe, "mi príncipe azul" creo recordar que ha dicho. Creo que se ha equivocado o le han dado mal la dirección porque yo no he pedido ningún príncipe. De hecho lo último que pedí por amazon fue un altavoz portátil JBL Go en verde teal, y aún no me ha llegado. Cuando me llegue os mando foto, ya lo veréis, os va a encantar, es una monada. Y además lo he encontrado por 21,70, es más barato que el príncipe seguro porque éste tiene pinta de comer bien, y yo no voy a hacerle la cena a nadie. Bueno, volviendo al tema, que si no lleva mi altavoz encima se puede ir yendo por donde ha venido.

Me ha dicho que quiere que nos vayamos juntos, que me va a rescatar, o algo así. No sé, es que es un tío un poco raro. Para empezar lleva unas mallas, con unas botas altas que ya no se llevan, podría ponerse unas zapatillas o unos botines, no sé, algo más actual. Se ha puesto unos pantalones azul oscuros ¿ves? Eso está bien, podría haberse puesto unos vaqueros, pero no están mal. Y encima lleva un chaleco fucsia y una camisa azul oscura, pero ¿dónde va con ese chaleco, si los chalecos ya no se llevan? Es un poco hortera, pero bueno, acabo de conocerlo no se lo voy a decir en la primera ¿"cita"? Ja,ja,ja. ¿Os imagináis?¿Éste y yo juntos? Pobrecillo si esto no es ni siquiera algo romántico. Al revés, es allanamiento de morada. Irrumpir así en mis dominios sin avisar y sin tocar el timbre, desde luego, para ser príncipe tiene muy poca educación. Ahora esta mirando el reloj, si hijo sí son las ocho, no lo mires más que lo desgastas. Las ocho, sí.

"¡Mierda, las ocho!" pienso, y creo que lo he dicho en voz alta porque me esta mirando raro. Sí hijo sí, las princesas también decimos tacos. Me acabo de acordar de que hoy tengo cenita romántica con mi chica y me tengo que arreglar. Es que ella está estudiando química muy lejos de aquí, y me acabo de acordar de que volvía hoy. A ver, que yo prefiero la soledad, por eso decidimos tener una relación a distancia, pero también me gusta estar con ella. Jolín, el tío este me ha entretenido demasiado, y ahora tengo que correr. Bueno primero voy a ver si echo al "príncipe azul". Está peleón hoy, en fin le diré que estoy con la regla, ya veréis como se va. Efectivamente, asunto arreglado. Y ahora, a por mi princesa.

martes, 27 de noviembre de 2018

Sin permiso

Sonaba 'One Kiss' de Dua Lipa en la discoteca, y los tacones ya se hacían de notar tras un buen rato bailando. Sus pies les pedían descanso y sus cuerpos, un buen colchón sobre el que reposar, así que decidieron irse.
- Nos vamos ya.- Dijo Anaís.
- ¿Seguro?¿Tan pronto?
- Tan pronto dice. Jóse son las tres de la mañana.
- Pero mañana es domingo.
- No. Nos vamos.
- ¿Vais bien?- Preguntó Toni queriendo saber si iban borrachas.
- Van mejor que tú.- Le respondió Elena riendo.
- Toni si no hemos bebido nada en toda la noche. - Respondió Emma poniéndose el abrigo. Era negro y tan largo que apenas dejaba ver el pantalón de la rodilla hacia abajo y las botas.
- ¿Estás ya, Em?- Le preguntó Anaís. Llevaba un pantalón largo negro, un abrigo marrón encima y una bufanda.
- Sí. Nos vamos chicos.
- Pasarlo bien.- Les deseó Anaís.
- Llamad cuando lleguéis.- Les pidió Toni.

Emma y Anaís salieron juntas hacia la parada de taxis. Por el camino se les acercó un coche con tres chicos dentro. Llegó a su altura y el copiloto bajó la ventanilla.
- Hola bonitas ¿os llevamos a algún sitio?
Emma y Anaís no dijeron nada y siguieron andando. Llegaron hasta la parada pero no había ningún taxi. Tenían que esperar pero no querían, tenían miedo.
- Venga guapas, vamos a dar una vuelta.- Les dijo el copiloto.
Emma se quedó parada, no sabía qué hacer.
- No te pares Em, volvamos dentro.- Le pidió Anaís cogiéndola de la mano.
El copiloto vio a Emma paralizada y le dijo a Anaís:
- Tu amiga quiere quedarse a jugar, ¿por qué no te quedas tú también?
- Emma vamos.- Le pidió intentando que andara.
Emma estaba paralizada y asustada. No sabía reaccionar. Tenía mucho miedo. Anaís intentaba tirar de ella pero era en vano. El copiloto y el chico de detrás aprovecharon ese momento para bajar del coche.
- ¡Vamos joder!- Le gritó Anaís a Emma poniéndose un poco nerviosa. Sacó su teléfono y marcó el número de la policía.
- ¿Qué haces con eso?- Le preguntó el copiloto intentando quitarle el teléfono.
- Deja que te ayude con ella.- Le dijo el otro chico intentando coger a Emma.
Anaís agarró fuerte a Emma y se le cayó el teléfono. El segundo chico recogió el teléfono del suelo y vio que, aunque el número estaba marcado, no había llamado todavía. Así que le dio a colgar, apagó el teléfono y se lo guardó.
- Lo estás deseando.- Le dijo.
- ¡No!
- Claro que sí.
- Emma muévete por favor. - Le pidió a su amiga intentando volver a la discoteca.
- No quiere irse a ningún sitio, quiere quedarse con nosotros, y tu deberías hacer lo mismo.- Insistió el copiloto cogiéndola por el brazo.
- ¡No me toques!¡Suéltanos!
Entre el copiloto y el segundo chico lograron separarlas. El copiloto le apretó el culo a Anaís con una mano y con la otra le apretó el pecho. Empezó a darle besos y no pudo escapar. El segundo chico metió a Emma en el coche.
- ¡Emma! - Le gritó Anaís.
- Tu amiga está bien. - Le dijo el copiloto aplastándole los pechos con el brazo izquierdo. Le tocó el culo y las caderas con la otra mano.- Quítate esto anda.- Le dijo quitándole el chaquetón.
- ¡No, no me toques! - Le gritó Anaís intentando quitárselo de encima, pero no pudo. Él era demasiado fuerte.

El conductor y el segundo chico violaron a Emma en la parte posterior del coche. Anaís lo vio. Mientras uno la violaba y la manoseaba, el otro le agarraba las muñecas y la besaba. Anaís le gritó, la llamó por su nombre, gritó más fuerte pidiendo auxilio. Pero Emma no podía ni pestañear, estaba en shock y no la oyó, y el resto del mundo, tampoco. El copiloto aprovechó esos segundos para terminar de quitarle el chaquetón y desabrocharle el sujetador. La empujó y la metió en el asiento delantero del coche.
- Ven aquí, puta.- Le dijo a Anaís, mientras cerraba la puerta tras de sí.
- ¡Déjame!- Le exigió intentando abrir la puerta. Pero no pudo porque el seguro estaba echado y no sabía cómo quitarlo. Intentó pasar a la parte de atrás para ayudar a su amiga, pero el copiloto no la dejó.
Se sentó encima de ella para que no se moviera y le acarició la cara y el pelo. Bajó la mano y le quitó el jersey mientras ella le arañaba y le pedía que no lo hiciera. Anaís bajó la ventanilla del coche y empezó a gritar y a pedir ayuda. Pero no la escucharon. El copiloto la violó mientras ella gritaba y pedía auxilio.
Al terminar cambiaron el coche de sitio, y las abandonaron a la salida del pueblo, desnudas y con algunos golpes. Se quedaron allí, solas. Emma seguía en shock y no se podía mover, estaba tumbada en el suelo. Y Anaís sentía asco e impotencia pero tampoco quería moverse.

La policía las encontró al día siguiente, al pasar con un coche patrulla.
- Hola señoritas, ¿se encuentran bien?- Les preguntó un policía.
- No.- Le respondió Anaís agotada y con ganas de llorar.
La policía las subió al coche y las llevó al hospital. Anaís le contó lo que había pasado, y en el mismo hospital pusieron la denuncia.

Unos días después los reconocieron. Los tres fueron juzgados. El copiloto fue condenado por violación, pero los otros dos solo cumplieron condena por abusos sexuales sin violencia, ya que Emma había entrado en shock y no había reaccionado contra ellos.

viernes, 23 de noviembre de 2018

Valientes

"Vencí al delirio por la escuadra y sin grandeza"                                                         Inventas, Vanesa Martín 2018


"Vencer" significa hacer algo grande, heroico. Significa superar un obstáculo, salir airoso de una batalla. Cuando hablamos de una vencedora o un vencedor damos por hecho que es una persona valiente, que se enfrentaría a cualquier cosa, una persona que destaca por encima de los demás. Pensamos en los cuentos y películas en las que el héroe o la heroína se enfrenta a grandes problemas y salva a la humanidad o a sí mismo/a. También pensamos que es una persona con suerte o que lo ha conseguido todo en poco tiempo, alguien que nació con una virtud o talento especial que ha ido desarrollando poco a poco hasta llegar a lo que es hoy. Y ¿sabéis qué? En la vida real esto no es exactamente así. Claro que hay héroes y heroínas pero su fortaleza no se ve en el tamaño de sus músculos, se ve en la manera que tienen de enfrentarse a las cosas, la  forma de actuar en determinadas ocasiones, los pensamientos que rigen sus actos, los valores en los que creen, inculcan y transmiten. Así consiguen "vencer al delirio", a las tentaciones para hacer lo incorrecto. Así consiguen rechazar el camino fácil y coger el que conlleva sacrificios.

Los valientes son los que se enfrentan a pequeñas (o grandes en algunos casos) pruebas y no se rinden a la primera, los que batallan y luchan por sus sueños. El valiente no es solo el que empuña una espada, también es el que lucha contra una enfermedad y aún así sonríe cada mañana cuando sale a la calle, es el que se va a la otra punta del mundo a trabajar o estudiar aunque tenga que renunciar a estar cerca de los suyos, es el profesor que tiene un alumno con problemas y se para a ayudarlo, aunque su trabajo no se lo exija, es el médico que hace una operación a vida o muerte y aguanta más de 48 horas despierto por salvar la vida de su paciente, es el padre o la madre que acepta dos trabajos para mantener a su familia,...Valiente es el que se arriesga sin tener la certeza de que va a ganar, puede ser el que empieza un tratamiento para salir de una adicción y el que se va a ayudar a los más desfavorecidos a una zona subdesarrollada que no conoce.

Los valientes, además de tener fortaleza, son constantes y centrados. Las personas valientes lo son porque hacen pequeñas cosas y para llevarlas a cabo han de ser constantes, luchadoras y estar centradas, tener claro cuál o cuáles son sus objetivos y cómo conseguirlos. Una persona valiente es una persona que no se rinde, que pelea por sus ideales y metas hasta alcanzarlas, sin caer en las tentaciones del "delirio", como coger el camino fácil. Son personas que superan las adversidades, que aunque sean valientes no se crecen frente a ninguna persona, no se creen mejor que nadie. Son personas que no caen en la codicia, que por muchas pruebas que superen no se creen superiores a nadie ni son prepotentes. Vencen al delirio, a la codicia, esto no significa que no aspiren ni deseen algo material sino que renuncian a la envidia, al ataque a otros, renuncian a mirar de reojo a la gente con más suerte, fortuna, posibles, oportunidades,... Y superan las pruebas que la vida les pone. Los problemas a los que a menudo nos enfrentamos son pruebas que nos pone la vida para enseñarnos y hacernos más fuertes, pruebas que, una vez superadas, nos hacen ver las cosas de otra manera.

Los valientes son los que se enfrentan a las cosas, sin embargo, a veces, hay cosas a las que es mejor no enfrentarse. Las personas valientes son las que luchan cuando tienen posibilidades de ganar, y no cuando saben que se están metiendo en una batalla perdida de antemano. Es importante elegir bien las batallas que vas a luchar, para no intentar defender una causa ya perdida. Y si es así, si sabes que esa batalla ya está perdida, es importante que lo reconozcas, que saques alguna conclusión y/o enseñanza de ello y pases a otra cosa. A veces es necesario "ser cobarde", retirarse a tiempo o salir por la puerta de atrás sin hacer ruido para ganar una batalla.

Tras esta reflexión os voy a dejar el videoclip oficial de Inventas por si queréis escuchar el resto de la canción, en la que la propia autora tiene una conversación consigo misma y todas las mujeres que habitan en ella.



Vanesa Martín

Nació el 14 de noviembre de 1980 en Málaga. Es cantante y compositora pop desde que tenía seis años, cuando su padre le regaló su primera guitarra. Después de graduarse en magisterio y pedagogía se instaló en Madrid, donde dio sus primeros conciertos en el bar "El Taburete". Actualmente ha publicado siete discos y compartido escenario con artistas nacionales e internacionales como: Sergio Dalma, Matías Damásio, Melendi, Mariza, Malú, Annalisa, Alejandro Sanz, Manuel Medrano,...y muchos más. Además, ha compuesto temas para cantantes como Pastora Soler, Manuel Lombo, Franco de Vita o Joan de Son rapinya, entre otros. Y publicó su primer libro, "Mujer océano", en 2016.

viernes, 21 de septiembre de 2018

Un café y me lo cuentas

 Marina salió de trabajar a las cinco de la tarde.
- Sí, sí vale. - Dijo hablando por teléfono. - ¿Has dicho a las diez?... ¿Te viene bien a y media? - Prosiguió cruzando la calle. Giró a la izquierda y entró en la cafetería. Era un sitio pequeño con grandes ventanas y mesas cuadradas, de dos o cuatro personas. Estaban a la derecha al entrar, a la izquierda había una máquina de tabaco, los aseos y la barra. 
- Hola, ¿qué va a tomar? - Le preguntó el camarero acercándose a ella.
- Vale, a menos cuarto. Espera un momento. - Tapó el micrófono y se dirigió al camarero. - Un bombón, por favor. - El camarero volvió a la barra y ella continuó su conversación. - Perfecto, yo hablo con Tamara y Lorenzo.
El camarero le trajo el café.
- Gracias.
Le sonó un WhatsApp, era de Carlos.
"Necesito verte. Es urgente."
Marina terminó su café y llamó a Carlos.
- Hola, ¿qué pasa?
- Necesito hablar contigo, en persona. - Le respondió Carlos serio.
- ¿Va todo bien? - Le preguntó preocupada.
- No Marina. Tenemos que hablar. ¿Te viene bien mañana?
- Sí, claro.- Le dijo sorprendida, y se hizo un pequeño silencio.- Carlos, te quiero.
- Mañana hablamos.

Al día siguiente, Marina se fue a trabajar. Pasó toda la mañana nerviosa por el mensaje y la conversación con Carlos. No consiguió centrarse. Esa tarde Carlos y ella quedaron en el piso de Carlos. 
- Hola. - Le dijo Marina, y se acercó a él para besarlo pero Carlos se apartó. - ¿Qué pasa?
- Esto ya no funciona. - Dijo dejando su taza de café en la encimera.
- ¿Qué? ¿Por qué dices eso?
- Marina... Ya no nos tocamos, casi no hablamos y... No sé, ya no siento lo mismo.
- Pero... Yo pensaba que estábamos bien. - Estaba muy confusa después de lo que él le había dicho.
- Lo siento, pero no. He intentado arreglarlo, pero ya no siento nada. Lo que teníamos se ha convertido de nuevo en una amistad.- Le dijo sinceramente.
-¿"Amistad"? Tu... ¿Me consideras solo una amiga? - Estaba muy sorprendida.
- Ahora mismo sí. Lo siento.
- Pero ¿desde cuándo? ¿Por qué no me has hablado antes de tus sentimientos?
- ¿Cuándo? Estás todo el día trabajando. - Le reprochó.
-  Eso...- Respondió desconcertada. - No es verdad.
- Marina lo siento. Esto no puede continuar.
Carlos la estaba dejando después de dos años de relación, sin ninguna discusión. Le dio un beso en la mejilla y le hizo un gesto para que se marchase. Ella bajó las escaleras pensando en qué había pasado, pero no logró entenderlo.

Marina volvió a la cafetería la tarde siguiente. Había quedado allí con su amiga Lorena.
- Hola. - Le dijo Lorena sentándose enfrente. - ¿Qué te pasa? Te noto rara.
- Carlos me ha dejado. - Le contestó con un hilo de voz, mirando su  café.
- ¿Qué? ¿Por qué?
- Dice que ya  no siente lo mismo, que me ve como una amiga.
- ¿Una "amiga"? ¿Después de dos años? - Le dijo dando a entender que no era muy creíble.
- Eso pienso yo.- Dijo recuperando su voz.- A ver, es verdad que últimamente no hemos estado muy "cercanos", por decirlo de alguna manera.
- Vamos que hace tiempo que no... - Insinuó refiriéndose al sexo.
- Exactamente. Pero de ahí a dejarlo... - Empezó a temblarle la barbilla.- No sé, pensaba que no estábamos tan mal. Es que no lo entiendo. - Le dijo mientras se enjuagaba algunas lágrimas. - Yo... Lo quiero.
- Lo siento mucho Marina. - Le dijo Lorena tocándole el brazo. - ¿Sabes si... Hay alguien...?
- ¿Qué? - Preguntó Marina. No se le había pasado esa idea por la cabeza. - No. No, no creo. - Respondió negando con la cabeza. - Él no... - Marina bebió un trago de su café.- ¿Y si es que ya no le gusto? Ya sabes... Físicamente. 
- ¿Qué? No digas tonterías Marina. - Le dijo Lorena, eso no tenía mucho sentido. - Tienes un cuerpo estupendo. - Marina se miró las piernas y fue subiendo la mirada rápidamente hasta los pechos. - No te rayes, - siguió Lorena, - eres muy atractiva. Si te viera en un bar y no te conociera, intentaría ligar contigo.
- No sé, es que... No me esperaba esto de Carlos. - Todavía lo estaba asimilando. - Es que llevábamos dos años, joder. Y ni siquiera sabía que estábamos mal.- Dijo removiendo lo que le quedaba del café con la cucharilla.
- Los tíos son así, por eso a mí no me van.- Le dijo.- Entre nosotras nos entendemos mejor.
- Bueno, ¿y tú qué tal?
- Bien, un poco agobiada con el curro.- Le respondió.- ¿Sabes lo que deberíamos hacer? Salir.- Marina se rio.- Lo digo en serio, salir una noche y despejarnos las dos un poco.
- Sí, estaría bien.

Ese sábado salieron las dos a cenar algo y después se fueron de copas. Marina fue haciéndose a la idea de que Carlos ya no formaba parte de su vida. La tristeza se fue paulatinamente y dio paso a otros estados de ánimo: la calma, la paz, la felicidad,... Entre café y café logró superarlo.

viernes, 31 de agosto de 2018

Carta de un cobarde

No merecía tu aprecio, lo sé. Sé que no me porté bien contigo, que fui un cobarde. Podría decirte que me entró miedo, que se me fue la cabeza, que olvidé nuestros planes. Podría decirte que pensé en dejarlo para más adelante, porque en ese momento estaba ocupada con otras cosas. Mis cosas. "Mis" y no "nuestras", y sé que debí ocuparme de ambas al mismo tiempo, pero no pude. Las circunstancias me superaron y no supe ver el "nosotros", solo veía el "yo" y el "mí". Y cuando me di cuenta, cuando intenté retomar el "nosotros", tu ya no estabas y solo estaba el "yo".

Lo siento. Te lo digo y te lo repetiría una y mil veces, aunque supongo que estas palabras llegan demasiado tarde. Ahora me doy cuenta de que nos faltó una conversación para explicártelo todo, ahora sé que es tarde. Podría echarles la culpa al tiempo y las circunstancias que nos rodeaban por aquel entonces. Podría ponerte mil excusas, pero me estaría engañando, y lo peor: te estaría engañando a ti. Por eso te reconozco que la culpa fue mía, por poner mil cosas entre tu y yo. Por ser cobarde y no querer afrontar la realidad. Y te pido perdón. Por fallarte, por no estar ahí cuando me necesitabas, por mirar hacia otro lado y no hacia adelante. Sé que no supe estar a la altura de las circunstancias. Me acobardé, me sentí pequeña y no supe reaccionar. 

Me olvidé de ti, me olvidé de mirar a mi alrededor y de decirte lo mucho que te quería. Quise ser fuerte y levanté muchas piedras, pero a la hora de dejarlas no presté atención y las puse entre los dos. Separando así nuestros caminos. Me centré en mí y no supe quererte, o al menos demostrártelo. Fui egoísta, lo sé, y por eso te pido perdón. Reconozco también que me centré tanto en mí que descuidé nuestra relación. Mientras tu te esforzabas en recrear la magia, en avivar la llama y pasar más tiempo juntos, yo me sumergía en mis propios pensamientos, olvidándome así del "nosotros". No supe compaginar el "yo" y el "nosotros", desequilibré la balanza. Y mientras tú me esperabas con la mesa puesta (velas incluidas), yo iba al McAuto a por un menú individual. 

Fui cobarde, y cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo ya era tarde. Era tan tarde que ni siquiera me atreví a llamarte para darte explicaciones. Dicen que con el tiempo las aguas se calman, y eso hice yo, dejar pasar el tiempo. Pero se me olvidó poner la alarma en el móvil, y pasó tanto tiempo que nos alejamos, nos perdimos, y se me olvidó pedirte perdón. Y es por eso que te lo pido ahora, que te pido perdón. Por fallarte, por no pensar en el "nosotros", y solo pensar en el "yo".

domingo, 26 de agosto de 2018

En otro rostro, en otras manos, en otro tiempo

-¿Y si volvemos a encontrarnos? ¿Y si nos vemos en otro rostro, en otras manos, en otro tiempo? ¿Cómo me reconocerás? ¿Cómo podré advertirte entre la gente, entre la multitud? - Me preguntó al darse cuenta de que había acabado el verano. - Si tu vas en línea recta y mi camino de vuelta lleva curvas, ¿cómo nos aseguraremos de llegar al mismo sitio?
- No puedo cambiar mi itinerario - le respondí intentando que me comprendiera. - Yo debo seguir el camino ya trazado, me esperan en cada stop, y no puedo llegar tarde a mis citas.
- Entonces ¿no volveremos a encontrarnos? ¿No habrá más noches en la playa, ni más caminatas matutinas?
- No. Ya no. Tal vez en un futuro, en otro tiempo,... Nos veamos en otros ojos, nos rocemos con otras manos  y sigamos sintiendo lo mismo. - Le respondí. - Esto no tiene porqué ser un "adiós", puede ser un "hasta luego".
- ¿Un "hasta luego"? - Me preguntó. Creo que no me entendía en ese momento. - Dices que te vas, que te esperan en cada esquina y cada puerto. Tal vez no volvamos a encontrarnos, y si lo hacemos, posiblemente no nos reconoceremos.
- Sí lo haremos.- Le respondí serena.- Prometo guardar tu mirada en mi retina, tu sonrisa, en mi corazón, y tus besos, en mi piel. Prometo guardar tu recuerdo, tu olor. He memorizado cada milímetro de tu cuerpo, - le confesé - de manera que cuando volvamos a vernos, me será fácil reconocerte.
- ¿Y me harás saber que estás aquí? - Me preguntó. - Si algún día vuelves, con otro rostro, con otras manos, y no consigo reconocerte ¿me dirás que eres tú? ¿Me avisarás cuando estés a mi lado?
- Por supuesto. - Le respondí. - Si algún día volvemos a cruzarnos te mantendré la mirada hasta hacer que me mires fijamente. Si no lo consigo, intentaré rozar tus dedos con los míos. Prometo observar tus labios, pero no besarlos.
- ¿Por qué no? - Me preguntó casi riendo.
- Porque para ti seré una extraña.- Le respondí. - Esperaré a que me recuerdes, y cuando vea que empiezas a hacer memoria, te obsequiaré con el ansiado beso, pero solo cuando empieces a recordar.
- ¿Y si tú tampoco te acuerdas de mí? ¿Qué pasará si volvemos a vernos y no sabemos quiénes somos?
- Entonces tu volverás a llamarme la atención, como lo hiciste el día que se me cayó aquel libro y tu me lo devolviste. - Le respondí. - El destino te pondrá en mi camino, y yo me fijaré en ti. - Él quedó pensativo.
- ¿Y si ya has encontrado a otra persona? - Me preguntó. Me quería, y yo lo sabía, pero estaba lleno de dudas.
- Sé que no me conformaré con otro que no seas tú. - Le respondí. - Pero también sé que antes de conocerte tenía un camino trazado. Unos planes y responsabilidades que ahora, al acabar el verano, me esperan y debo retomar. No puedo permanecer aquí por más tiempo, pero tampoco quiero dejarte.
- Nuestros caminos se separan. - Me dijo. - Yo también debo irme, pero en dirección contraria. ¿Qué haremos cuando llegue el frío invierno y estemos tan lejos que no podamos darnos calor?
- Cuando el hielo toque nuestros pies, lo combatiremos con recuerdos y tazas de chocolate caliente. - Le respondí.- La llamadas telefónicas sustituirán a los whatsapps, y los vídeos y fotos, a las imágenes mentales.
- No será lo mismo.- Me dijo medio convencido.
-Deberemos aguardar.- Le insistí.- Sabes que no podemos permanecer juntos, pero nos acostumbraremos a esta nueva situación. - Le dije cogiendo sus manos entre las mías, lo que le obligó a mirarme a los ojos. Vi mi mirada reflejada en sus ojos, y también vi en ellos el amor que me profesaba. Lo estaba pasando mal. No quería separarse de mí, ni yo de él, pero el verano se acababa. Él debía volver a su universidad y su trabajo en la cafetería, y yo debía volver al banco a atender a mis clientes en ventanilla.
Me acerque a él, apoyé mis labios en los suyos y los presioné, besándolo. Besándolo como nunca lo había hecho. Sentí su calor en mis labios. Me acarició la nuca con sus manos y deslizó sus dedos por mi espalda. Le quité la camiseta y le acaricié la espalda. No quería que se fuera, y acabó sentado en mi cama, conmigo a horcajadas sobre él. No sé cómo sucedió pero en cuestión de minutos acabamos en ropa interior.
Recordé cómo había empezado todo y me centré en su piel, quería memorizarla. Recorrer sus lunares, unirlos con una carretera de besos. Explorar sus pliegues con mis dedos, y que él hiciera lo mismo con mi cuerpo. Quería que recorriese mis curvas y explorase todos y cada uno de mis orificios. Quería que me conociera por dentro y por fuera, que tuviese también un recuerdo exacto de mí. Y eso hicimos, recorrer y explorar nuestros cuerpos una vez más, hasta que quedaron plasmados en nuestras memorias, por si volvíamos a reconocernos más tarde, en otro rostro, en otras manos, en otro tiempo.

viernes, 27 de julio de 2018

Lágrimas irrefrenables

Lágrimas irrefrenables corrían por sus mejillas. Habían brotado de sus ojos hacía ya un buen rato, pero no se dio cuenta de que estaban allí hasta ese momento. Eran pequeñas gotas que se deslizaban  como un río se desliza por un arroyo. Con fuerza, con rabia, con impotencia. No lo podía controlar, o no quería. Las había reprimido durante mucho tiempo. Había estado ocupado con otras cosas, mirando otras escenas, observando su alrededor, mirando siempre hacia fuera y hacia los demás.

Había pasado tanto tiempo que ya no sabía por qué lloraba exactamente, solo sabía que sentía una pena muy grande en su interior, un dolor inexplicable sin razón alguna. Era intermitente, llegaba cada X tiempo y no solía durar mucho. A veces se iba solo, y a veces necesitaba alguna distracción que le acompañara para terminar de marcharse. No sabía a qué se debía, sólo sabía que era algo emocional, intangible y difícil de explicar.

No se curaba con medicinas ni remedios naturales. Era un pequeño dolor que solía aparecer con forma de pinchazo en el pecho, y solía aliviarlo con salidas nocturnas. Acostumbraba a calzarse las deportivas en la madrugada, anticipándose a la salida del sol. Corría bajo la fría aurora matutina. No había mucha gente, por no decir casi nadie, corriendo a esas horas, y eso le ayudaba a pensar. Saliendo de madrugada se aseguraba poder ver la salida del sol, recibir sus primeros rayos, y eso para él era relajante.

Esos últimos días habían sido difíciles. Se había centrado en su trabajo, y ahora que por fin tenía vacaciones, se sentía vacío. Los primeros días habían estado bien, le habían servido para desconectar, dormir, relajarse,... Pero ahora eso se había convertido en una rutina aburrida, una rutina solitaria, y ya no sabía cómo cambiarla. Tenía un vacío en su interior que no sabía cómo llenar. La gente de su alrededor avanzaba y hacía cosas grandes, pero él sólo conseguía dar pequeños pasos muy de vez en cuando. Y aunque quería correr, y calzaba zapatillas deportivas, sentía que algo se lo impedía. Era como si a cada paso que daba retrocediera dos de golpe, y eso le hacía estar aún más lejos de sus propósitos.

No era un hombre ambicioso, ni tenía grandes planes de futuro, pero tampoco le gustaba quedarse quieto, y había llegado a un punto en el que no sabía qué camino tomar. Quizás a eso se debía su pequeño dolor, a que se había perdido en el camino, se encontraba desubicado y sin saber por dónde tirar. Había ido trazando un itinerario a seguir durante toda su vida, sin sobresaltos ni decisiones de última hora, hasta ese momento. No le quedaban ases bajo la manga ni planes que cumplir, y eso le hacía sentir un poco vacío. Se había quedado sin ocupación, y él no era un hombre de andar mano sobre mano, ni de encomendarse a Dios ni al diablo. No le gustaba aguardar a que pasaran las cosas, prefería dejarlo todo bien atado, y ahora se había quedado sin nada que anudar.

Necesitaba soltar su rutina al menos por un instante, desprenderse de todo lo que le ahogaba, y empezar a llenar ese vacío interior que sentía en el estómago. Corriendo bajo la fría aurora se dio cuenta de ello. Soltó su rabia, su impotencia, y por un instante se olvidó de ese pinchazo que a veces aparecía en su pecho. Intentó secarse la mejillas con los puños de su sudadera, pero nada más enjuagarse los ojos, volvieron a aparecer nuevas lágrimas irrefrenables.

domingo, 3 de junio de 2018

Se acabó el yogurt, y yo no quise tirar el envase, aún sabiendo que era de plástico

No eran sus ojos, no eran sus manos, no eran sus labios, no era su pelo. Ya no. Ya no era su olor, ya no era su mirada, ya no era su voz, ya no era su sexo. Se había ido. Había recogido sus cosas, había cerrado la puerta de un portazo, y creo que había tirado la llave. Y digo "creo" porque después del portazo oí el tintineo en el suelo, y un sonido rasposo me hizo pensar que algo metálico se deslizaba por el mármol de la entrada. Esperaba que la recogiera. Que se diese la vuelta y la metiera en la cerradura, pero no fue así. El tintineo cesó, y se oyeron pasos a lo lejos. Se había marchado.

No salí. No le detuve. No le di ninguna razón para quedarse. No me dijo a dónde iba, y yo tampoco se lo pregunté. Creo que no terminé de creérmelo en ese momento. Pensé que había sido una discusión más y que había salido a tomar el aire y despejarse. Pensé que volvería, como siempre, un par de horas después. Solía salir a pensar y reflexionar fuera, y creí que en eso iba a emplear su tiempo esa vez. Que tiró la llave por una rabieta, pero que regresaría a cogerla antes de que alguien se la llevara o que él mismo olvidara dónde la había dejado.

No se despidió de mí ni me dejó una nota. Se fue sin más, sin hacer ruido. No llegamos a discutir, ni hubo ningún motivo que nos separara definitivamente, pero tampoco hubo ninguno que nos uniera o que nos recordara por qué habíamos estado juntos tanto tiempo. Y eso me confundió tanto que pasé de la tristeza al desconcierto en cuestión de segundos. Necesitaba respuestas y ya no tenía a quién hacerle las preguntas. Le di vueltas. Miré el reloj cada cinco minutos pensando que debía estar sumido en una reflexión muy profunda, o que le estaba costando tomar la decisión adecuada.

Pero esa vez no fue a reflexionar, y no me di cuenta hasta unos días después. No estaba meditando sobre ninguna decisión, la tomó en el mismo momento en que salió por la puerta. Ya no era la misma persona. Cambió. O cambié, no lo sé. Solo sé que lo intentamos y algo salió mal. O simplemente dejó de funcionar. Tal vez lo nuestro tuviera una fecha de caducidad desde el principio y nos empeñáramos en no verla. O más bien "me empeñé". Se acabó el yogurt, y yo no quise tirar el envase, aún sabiendo que era de plástico.

No me dio ninguna explicación, pero en el fondo no la necesitaba realmente. Las miradas de los últimos meses me lo habían dicho todo, y sus manos, su piel, su cuerpo, por el contrario, no me habían dicho nada. Ya no había conversación verbal entre nosotros, y la no verbal dejaba mucho que desear. Era fría, y yo necesitaba calor. Intentaba encender la llama, que volviera la chispa, pero en su corazón ya no quedaba leña, y yo, sin querer, estaba humedeciendo el suelo. Se me olvidó que no era compatible mi agua con su fuego.

Mi cabeza me decía que si había sido así esos últimos meses era porque su cuerpo ya no tenía nada que decirme, pero mi corazón estaba esperando el último (o en su caso, primer) alegato que le permitiera volver. 

Y aunque yo había sido siempre el Pepito Grillo que le aconsejaba a mis amigas no esperar ni dar segundas oportunidades, me costaba (o negaba a) creer que esta vez se iba sin ninguna explicación, y era yo quien no quería dejarle ir. Y lo peor de todo era que estaba totalmente dispuesta a dejarle volver, es más, estaba convencida de que le recibiría con los brazos abiertos. De lo que no estaba convencida, y debía hacerme a la idea, era de que él ya no quería (ni querría jamás) esos brazos. Y eso, aunque me costaba admitirlo, me dolía. Mucho. Se acabó el yogurt, y yo no quise tirar el envase, aún sabiendo que era de plástico.

sábado, 28 de abril de 2018

Hermana, yo sí te creo

Últimamente todo el mundo habla del caso de "la chica de la manada". Es un caso que ha levantado ampollas, primero, por los hechos, o más bien por el hecho de que cinco hombres hayan violado a una joven y sólo hayan sido condenados por agresión. Y segundo porque en el propio juicio se han juzgado más la actitud y reacciones de la víctima que los hechos realizados por los agresores/ violadores. Llegaron a ponerle un detective a la víctima para ver si después de la violación continuaba con "su vida normal" en vez de basarse en los vídeos que difundieron los violadores que contenían sexo explícito y en los que se veía claramente cómo humillaban a la joven.

Este caso ha sido muy mediático y ha provocado reacciones en las redes sociales y manifestaciones dentro y fuera de España. Miles de mujeres han salido a la calle para protestar en contra de esta sentencia, y para poner de manifiesto que esto no se puede consentir, y es que el promedio de violaciones en España es de 4 al día, 1 mujer es violada cada 8 horas, y las autoridades no hacen nada por evitarlo. Nadie nos protege, al contrario, prefieren mandar el mensaje de "no deberías ir sola a estas horas de la noche, porque te pueden violar " hacia las mujeres antes que decirles a los hombres "si ves a una mujer por la calle, no la toques". Prefieren prevenir y advertir a las posibles víctimas antes que concienciar a los posibles culpables, y sinceramente, creo que éste es el verdadero problema de la violencia sexual y física hacia las mujeres. Se advierte a la posible víctima (que es INOCENTE) y no al posible agresor ( que es el ÚNICO que DECIDE si se produce o no la AGRESIÓN).

Cuando entramos en una clase de infantil, de primaria,... Y las niñas y los niños van a salir al patio les recordamos (a ambos) que no deben pelearse ni pegarse entre ell@s, les damos instrucciones para evitar que algun@ venga a decirnos: "seño/profe, X me ha pegado". Y si esto pasa, si un menor viene a decirnos que le han hecho daño, vamos en busca de la persona agresora, le reñimos y le castigamos ¿no? Es así de simple, nos han dicho que le han pegado y castigamos al culpable aún cuando algunas veces estas agresiones no dejan moratones ni arañazos. Esto se entiende ¿no? Entonces, ¿por qué cuando una víctima de violación (en vez de un menor al que le han pegado) viene a decirnos que le han hecho daño, en lugar de buscar a la persona agresora y castigarle, buscamos un resquicio que nos haga desacreditarla o culpabilizarla de lo que le ha sucedido? Yo entiendo que los delitos hay que probarlos pero si tiene síntomas claros y el valor suficiente como para denunciarlo ¿por qué las autoridades no la ayudan? ¿De qué les sirve pagar anuncios en los que animan a las víctimas a denunciar estas agresiones si, cuando lo hacen, ponen su testimonio en duda y las culpabilizan? Mandan un mensaje y lo contradicen con sus sentencias judiciales. Nadie nos protege, nadie ayuda a las mujeres en estas situaciones. 

Nada se puede hacer ya por los varones adultos a los que han educado para creerse con derecho a hacer estas cosas, pero si con los adolescentes y los niños, por eso me gustaría pedirle unas cosas a la sociedad:

La primera, que DEJEMOS de mandar el mensaje "NO salgas de noche, NO vuelvas sola, NO te vistas así,... Que te pueden VIOLAR " a las NIÑAS y MUJERES. 

La segunda, que EMPECEMOS a mandar mensajes como "DEBES RESPETAR a las NIÑAS y MUJERES", "NO es NO", "que una MUJER vaya SOLA  NO significa que PUEDAS TOCARLA o ACOSARLA", "NADA justifica una AGRESIÓN", "ELLA se PUEDE VESTIR como QUIERA", "SOLO la palabra SÍ implica CONSENTIMIENTO",... a los NIÑOS y HOMBRES. A los hombres porque por estadística (algunos) son los violadores, y a los niños porque, desgraciadamente, serán posibles violadores en un futuro.

Dejemos de culpabilizar a la mujer y empecemos a responsabilizar al agresor, que es el verdadero culpable.


PD: Probablemente este texto no cambiará nada, así que, ya que no nos están protegiendo, quiero dejaros la receta de un spray que me ha pasado una amiga, por si alguna lo quiere usar.


jueves, 5 de abril de 2018

Pásame la botella

Seguro que has leído el título de esta entrada cantando. Es una frase muy conocida pero hoy no vengo a hablaros de esta canción sino del problema que hay entre los adolescentes y el alcohol. El problema que aparece cuando son estas personas, los adolescentes, los que se "pasan la botella".

El alcohol es una sustancia compuesta por: carbono (C), hidrógeno (H) y oxígeno (O) que deriva de los hidrocarburos y lleva en su molécula uno o varios hidróxidos (OH). Su composición química es CH3CH2OHSe produce mediante una fermentación de azúcar y levadura. Durante ésta el almidón y el azúcar se convierten en dióxido de carbono y alcohol etílico, la base de toda bebida alcohólica, por ejemplo del vino (con un 13%) o la cerveza (con un 5%). En los licores el porcentaje es más elevado, asciende hasta al 50%.

El etanol o alcohol etílico (el usado en bebidas alcohólicas) es un líquido incoloro, inflamable y volátil. Tiene su punto de ebullición a los 78ºC. Además es miscible con el agua en cualquier proporción.

Ahora que ya sabemos qué es el alcohol vamos a ver las estadísticas sobre los menores que lo consumen. El consumo de alcohol se suele iniciar a los 13 años, en el tiempo libre de estos adolescentes y en las relaciones sociales entre ellos. De hecho el 75,1 % de los adolescentes de entre 14 y 18 años han consumido alcohol y algunos de ellos se han emborrachado en el último mes.
Las chicas lo hacen con más frecuencia pero son ellos los que antes se emborrachan. Por otra parte, éstos no consideran que consumir alcohol los fines de semana sea un problema para su salud. Cosa que está comprobada científicamente ya que produce efectos negativos en su salud física, psíquica y social e influye en su desarrollo (que se da al mismo tiempo que están consumiendo), y  hace, a su vez, que sean más propensos a  depender de esta sustancia en un futuro.

Los jóvenes aseguran que es fácil compra alcohol en los comercios chinos, reconocen que ni siquiera les piden el DNI, aunque los comerciantes lo niegan, ya que saben que esto es ilegal. Aunque esta información la apoya una encuesta realizada a los propios adolescentes que señala que el 61,80% compran alcohol en los supermercados y un 57,7% consumen alcohol en bares o pubs, pese a que su venta a menores está prohibida. El precio de las copas consumidas en establecimientos oscilan entre 4-5 euros, y los chupitos, 1 euro. Las botellas, por el contrario, son más caras. En los comercios chinos los precios rondan los 12 euros y en los supermercados oscilan entre 2- 4 euros los licores y entre 4 -70 euros las botellas.

Los adolescentes aún no han llegado a la madurez psicológica y esta sustancia hace que les sea más difícil manejar  ciertas sensaciones, disminuye la atención, la capacidad y tiempo de reacción, y dificulta la toma de decisiones. Además puede provocar actitudes violentas y agresivas en los menores que dificulten las relaciones sociales, la concentración para estudiar, que puedan poner en riesgo las habilidades para manejar vehículos, incluso puede llevar a dichos menores a mantener relaciones sexuales sin protección, propiciando así la contracción de ETS y la concepción de embarazos no deseados.

Otro de los efectos del alcohol en menores consiste en provocar una gran alegría y satisfacción al principio para después provocar una visión borrosa y dificultades en cuanto a coordinación, ya que las células no lo pueden detener y esto hace que se expanda por toda la sangre. Esto suele llevar a la pérdida de consciencia, y, si el consumo es mayor, podría provocar la muerte por medio de un paro cardiorrespiratorio o la asfixia, por el vómito. Estos efectos no son inmediatos sino que tardan entre treinta y noventa minutos en aparecer, durante este tiempo el azúcar en sangre se reduce y eso provoca debilidad en el organismo. 

Para evitar todo esto, para evitar que más menores ( o mayores de edad) sufran estas consecuencias es necesario prevenir a la población y dar la información sobre este tema a tiempo, es decir, antes de que los menores intenten descubrir por sí mismos los propios efectos de esta sustancia. Y para ello esto debería dejar de ser un tema tabú. No quiero decir que lo convirtamos en un tema de sobremesa para el día que se junte la familia pero sí que no se evite y se trate con naturalidad.

Las estadísticas que se recogen en esta entrada han sido sacadas de las siguientes fuentes:
  • https://politica.elpais.com/politica/2018/02/07/actualidad/1518009944_856749.html
  • https://www.msssi.gob.es/campannas/campannas11/alcoholenmenoresnoesnormal/sabias.html
  • https://www.abc.es/espana/madrid/abci-donde-compran-alcohol-menores-20161110020_noticia.html
  • https://cadenaser.com/ser/2014/03/05/sociedad/1393989209-850215.html

viernes, 9 de marzo de 2018

Yo nunca

Se juntaron en el comedor de Sara. Tenían la casa para ellos solos, y se acomodaron en los sofás. Pensaban pasar allí toda la tarde.
- Yo nunca...- Dijo Toni mientras acariciaba la boquilla de su quinto de cerveza con los dedos. - Me he acostado con un tío.
Olga, Marcos y Sandra bebieron de sus cervezas.
- ¿Qué te gustó más? - Le preguntó Sara a Marcos.
- ¿Te refieres al hombre y a la mujer? - Sara afirmó con la cabeza. - Es diferente... Entre hombres nos entendemos mejor, pero las mujeres sabéis hacer cosas extraordinarias. - Respondió con un poco de malicia.
- Lo sabemos. - Admitió Sandra riendo.
- Yo nunca...- Dijo Olga - He fumado hierba.
Sandra, Sara y David bebieron de nuevo.
- ¿Nunca?- Preguntó Sandra viendo cómo la miraban.
- Eso lo arreglamos rápido. - Dijo Sara levantándose del sofá.
- ¿Tenéis...? - Preguntó Toni sorprendido.
- Claro. - Respondió Sara entrando en su cuarto. 

Fue a la cómoda y rebuscó entre las mantas. Cogió una cajita metálica, unos mecheros y volvió al salón.
- Éste - dijo bromeando - es el cofre del placer.
- ¿"Del placer"? - Preguntó Olga bromeando.
Sara abrió la caja metálica y sacó una bolsita pequeña de hierba. La dejó en la mesa pequeña del comedor y sacó unos papelillos.
- Creo que lo voy viendo. - Dijo Marcos, mientras Sara repartía los papelillos.
- Esto se hace así - les dijo liando uno. Todos la imitaron y se encendieron sus porros.
- Tienes que tragarte el humo. - Le indicó Sara a Marcos viendo cómo tosía.
- Creo que tengo que practicar más. - Dijo y le dio otra calada.
- Vas mejorando. - Dijo David.
- Pues no está mal el juego éste. - Apuntó Olga.
- Yo nunca... - Dijo Sara levantando su botellín de cerveza. - He besado a una mujer. 
David, Marcos, Toni y Olga bebieron de sus botellines.
- Somos las únicas. - Le dijo Sandra a Sara.
- Y ¿tu quieres que sigamos siéndolo?
Olga y los chicos las miraron un poco sorprendidos. Sandra la miró y vaciló un momento. Se acercó a ella y la besó. Sara le devolvió el beso.
- ¿Qué tal? - Le preguntó Sara.
- No está mal. - Le respondió.
- ¿"No está mal"?
- Es que tu no sabes. - Bromeó Olga, y besó a Sandra. - ¿Qué tal?
- Bueno... Estáis ahí, ahí. - Bromeó. - No, bien las dos. Bien.
- Ah, lista. - Le dijo Sara a Olga. - Vamos a comprobarlo.
Sara besó a Olga, y ésta le devolvió el beso.
- Yo nunca... - Dijo Marcos levantando su cerveza. - He ido a una playa nudista.
Toni se acercó su botellín a la boca y bebió.
- ¿Dónde fue? - Le preguntó David sorprendido.
- En Figueiras, una playa de Vigo. - Respondió Toni. - Y puedo decir que lo pasé muy bien.
- Pero, ¿fuiste solo? - Preguntó Olga.
- No, fui con unos amigos de Galicia.
- ¿"Amigos" solo? - Preguntó Sara.
- No da tanto morbo cuando lo pruebas. - Aseguró. - No es lo mismo que ir a un playa y ver a una mujer haciendo topless, o a un hombre sin bañador, por ejemplo. Al ir todos desnudos lo normalizas.- Explicó.
- Este verano iremos a comprobarlo. - Dijo Marcos.
- Pues yo nunca... - Dijo David - He nadado desnudo en la playa.
- ¿Nunca? - Preguntó Olga sorprendida.
- ¿Ni de noche? - Preguntó Toni cogiendo su botellín.
David negó con la cabeza y todos bebieron menos él.
- Definitivamente, - apuntó Marcos cogiendo su cerveza - tenemos que ir a Galicia.
- Sí, - dijo Toni levantando su quinto - por Figueiras.
- Por Figueiras. - Repitió Sandra haciendo el mismo gesto, y todos bebieron de sus cervezas. - Yo nunca... He viajado sola.
Nadie bebió.
- Y ¿te gustaría? - Le preguntó David.
- Sí. - Le respondió. - Conocer lugares nuevos, gente nueva,... Creo que sería muy positivo.
- Ya pero es raro ver a alguien solo viajando. - Apuntó Olga.
- Ése es el problema. A ver que está muy bien decir "a mí me da igual, me voy y punto" pero a la hora de la verdad...
- Ya... Pesa mucho el que dirán. - Coincidió Sara. - Si ya hay tardes que dices "me voy sola porque aquí en mi casa me agobio" , y porque preguntas y a nadie le apetece salir o no pueden...
- Y te quedas en casa por el qué dirán. - Aclaró Olga terminando la frase por ella.
- Y es agobiante. - Dijo Sandra.
- Ya... Sales a correr o a pasear al perro, pero no te vas a tomarte una copa.
- Como mucho un café.
- Y ni eso, si vas a desayunar puede pero si vas por la tarde... O un sábado. - Comentó Sara.
- No debería ser así. - Dijo David.
- Ya pero eso lo pensamos, estamos todos de acuerdo, pero ninguno lo hace. - Dijo Toni. - Y ¿tu? - Le preguntó a Sandra.
- Yo...- Respondió mirando su botellín de cerveza - Yo nunca... He salido a la calle sin ropa interior.
Olga bebió de su cerveza, y todos la miraron sorprendida.
- En mi defensa diré - dijo viendo cómo todos la miraban - que fui a un cumpleaños y llevaba un vestido muy ajustado. 
- Pero ¿fue en verano?
- Claro.
- Bueno, entonces de todo esto podemos decir que hemos de ir a Galicia, - dijo Toni, - y llevar tu caja del placer. - Le dijo a Sara.
- Es una buena idea. - Coincidió David.
- Poner fecha y relleno mi caja. - Propuso Sara.
Se terminaron los cigarrillos y se acabó el juego.

jueves, 15 de febrero de 2018

A ti que llegarás

A ti que llegarás, a ti que aún no me conoces, a ti que ni siquiera sabes de mí. No te estoy esperando, pero no me molestaría que llegases ya. Tampoco te ubico en ningún sitio o momento concreto, no te he imaginado en ninguna situación, ni con ningún físico (ya que estamos). No me importaría cruzarme con tu mirada y ponerme nerviosa. No me importaría comenzar una conversación tonta sacando algún tema de forma imprevisible, o hablar de cualquier cosa que nunca se nos haya pasado por la cabeza.

Quiero que sepas que soy un poco previsible, no suelo cambiar mis rutinas ni probar cosas nuevas, o al menos no muy a menudo. No soy de hacer locuras ni escapadas imprevistas, pero si llegas y te apetece volar podríamos ir a algún sitio. No estaría de más que trajeras alguna brújula, podríamos girarla sin mirar y seguir el rumbo que nos haya marcado sin precedentes. Tu solo gírala y empezaremos a hacer maletas, sin importar dónde ir. Lo importante será conocer lugares nuevos juntos y hacer algo que sea solo nuestro. Cualquier sitio será bienvenido, porque no he viajado mucho.

Cuando llegues házmelo saber, porque a veces me cuesta. Para mí es un poco difícil coger confianza, o al menos al principio, así que si cuando te conozca no hablo mucho no me lo tengas en cuenta. No es por ti, es mi forma de ser. Ya me conocerás. Una vez que cojo confianza si que me suelto ¿eh? Será solo cuestión de tiempo y afinidad, te lo prometo.

Me gustaría hacer planes contigo. No a largo plazo pero sí ir haciendo pequeñas cosas, que me cambies un poco la rutina y la hagas más entretenida. No sé, aunque solo sea salir a tomar un café o a cenar, pero hacer algo que me distraiga, y que a ti también te guste por supuesto. No soy muy habladora pero tampoco me gusta el silencio cuando hay dos personas en una misma habitación, intentaré tener recursos contigo.

Déjame sacarte los sábados a cenar y a bailar, porque a veces me ahogo entre estas cuatro paredes y no tengo con quién ir a tomar una copa. Y si me pisas mientras bailamos, será que tendremos que practicar más. Cuéntame tu día, dime cómo estás y escúchame cuando te hable, a veces solo necesito tener una conversación al aire libre y dejar que me ilumine el sol, en vez de la lámpara de mi cuarto.

Dicen que debería salir a buscarte, y yo quisiera hacerlo, sinceramente, pero no sé por dónde empezar. He de confesarte que no suelo salir muy a menudo, lo intento pero a veces no se puede y, aunque me considero valiente, me faltan las fuerzas para arreglarme una noche e ir a tomarme algo sola. Me encantaría pero ya sabes cómo es este mundo... No es muy normal salir sola de noche a tomar una copa, que no digo yo que me oponga pero... Aunque a veces pienso en dar largos paseos al volver de clase, tardar un poco más en llegar a casa o salir de vez en cuando a pasear por ahí sola. Y digo sola porque la gente a la que quiero no tiene tiempo o está lejos. Por eso me gustaría que llegarás pronto, para poder escaparme de vez en cuando, sentirme útil (ya que si no hay dos personas estas cosas no funcionan) y pasar menos tiempo sola.

miércoles, 31 de enero de 2018

El monstruo

Buenas tardes pequeños y pequeñas turistas y ciudadan@s. Hace un mes participé en un concurso de microrrelatos de terror, más concretamente en el IV Concursos de microrrelatos de terror "Microterrores", convocado por Diversidad literaria.

Hoy han salido los premios. No he ganado nada pero han seleccionado mi relato para incluirlo en el libro "Microterrores IV". Podéis comprobar el nombre del ganador, los finalistas y los seleccionados en este enlace, y comprar el libro desde la misma página.

De todas formas os dejo aquí el mío, espero que os guste.

El monstruo

El monstruo mientras me acuesto. Entreabro los ojos y cada vez lo veo más cerca. Lleva algo en las manos y me sonríe. Sabe mi nombre y está subiendo a mi cama en silencio. Lo miro fijamente y entonces lo noto. Me cuesta respirar y mi abdomen sangra. Me sonríe. Miro sus manos y veo el puñal que me acaba de clavar. El monstruo mientras me encojo y dejo de respirar. 

sábado, 27 de enero de 2018

Te dejaste

El día que te fuiste te olvidaste muchas cosas. Te fuiste en silencio sin decir nada, sin despedirte. No me dejaste una nota ni me pediste que regara las plantas. Fue como si hubieses querido borrar tu paso por mi vida, por mi habitación, por mi cama y por mí misma. 

La noche anterior me habías besado como nunca y me habías hecho el amor. Me habías dejado tu huella en cada milímetro de mi cuerpo, y tu olor en cada pliegue de mis sábanas. Me hiciste sentir como nunca, como nadie. Me descubriste sensaciones que nunca había tenido, me enseñaste a conjugar verbos nuevos (como amar, disfrutar,...) y vocabulario (como ganas de verte, comerte la boca,...). Me habías dejado exhausta y completa. Llenaste un vacío que ni si quiera sabía que existía. Creí estar completa hasta que llegaste. Pero duró poco porque al despertar ya no estabas, aunque te dejaste muchas cosas.

Te dejaste las ganas de más, las carcajadas a medias, las cosquillas a media tarde y el cigarrillo de después. De hecho aún guardo el paquete que no empezaste. Cada vez que lo veo me entran ganas de encenderme uno pero lo pienso y es como si te fumase a ti, porque para mí te representa. Me recuerda esos buenos momentos que pasamos juntos, ésos que solo recordamos tu y yo. Me recuerda a nuestras miradas llenas de complicidad, a nosotros, a nuestra intimidad. 

Te dejaste tu tarro de café, lo digo porque el mío es descafeinado y el tuyo no. No he encontrado a nadie que le guste así, así que... No creo que se vaya a agotar. Te dejaste tu taza favorita y la lista de la compra a medio hacer. Iba a terminarla pero sabes que me encanta tu letra y no quería añadir nada que tu no escribieras. Aún la tengo en el frigo cogida con el imán que compramos en Nueva York. Y en cuanto a la taza, no me llames cochina pero la guardé sin lavar porque sé lo mucho que te gustaba mirar los posos del café al acabar.

Te dejaste la sudadera gris, mi favorita. Ahora la uso cada vez que vagueo en casa. Los días de lluvia me hago chocolate caliente y me siento en mi sillón con tu sudadera puesta. Me recuerda a ti y aún está impregnada con tu aroma. Mi olor favorito. Me recuerda a cuando te sentabas en el sofá y yo me acurrucaba entre tus brazos mientras veíamos una peli. 

El día que te fuiste me dejaste también muchas preguntas: ¿qué salió mal? ¿En qué momento cambió todo? ¿Cometimos algún error en concreto o simplemente lo descuidamos? Sé que ha pasado tiempo pero a veces lo pienso y no sé qué falló. Te dejaste tantas cosas que aún parece que vayas a volver. A veces estoy sola en casa y oigo ruidos, y me parece oír tus llaves encajando en la cerradura, pero no es verdad. Es solo un recuerdo que deambula por mi mente y aparece de vez en cuando.

He pensado en meter tus cosas en una caja. Una de ésas de cartón que se usan en las mudanzas. Lo he pensado varias veces pero me da pereza levantarme a por ella. Aunque creo que si las quisieras ya me habrías llamado, o te hubieses pasado por mi casa o algo. También me da pereza llamarte, por eso te escribo.